jueves, 27 de octubre de 2011

La octava isla canaria

    Si me lo permiten, quiero que estas palabras sean un merecido homenaje. Porque creo que se lo merece. Porque siento que se la olvida demasiado y porque no debería ninguneársela de esta forma.

    Hace cuarenta años que en estas islas nuestras (para quien me lea de fuera, sepa que soy canario y en Canarias vivo) no experimentamos en carne propia eso que todos los días en alguna conversación se repite hasta la saciedad en esta tierra: que vivimos en unas islas volcánicas. La erupción de un volcán submarino (ahora lo llaman proceso eruptivo) en la isla de El Hierro nos ha tenido en vilo durante las últimas semanas a todos los canarios. Desde aquel octubre de 1971 en que el Teneguía (un volcán en la isla de La Palma) nos dio un susto y una alegría al mismo tiempo, el subsuelo que nos sustenta no había vuelto a decir ni mu. Pero este año lo ha hecho. Y si bien por ahora parece que todo ha quedado en un peíto de nada, un viento, en El Hierro el fenómeno ha causado daños. Sobre todo a los habitantes de La Restinga. Y sobre todo a los pescadores de La Restinga, que han visto interrumpida su forma de buscarse el pan y no se sabe hasta cuándo van a estar mano sobre mano sin poder salir a faenar en unas aguas que en estos momentos son un caldo de azufre y demás gases tóxicos que han provocado la muerte de no se sabe qué cantidad de pescado.


    A cuenta de lo sucedido en El Hierro muchas son las coñas y vacilones que hoy circulan de boca en boca y por todo esto de internet. Las hay graciosas y las hay que maldita la gracia. Una de ellas (de las que no me hacen reír) anda rulando por facebook, además de por el mundo de los correos electrónicos. Hasta en las noticias sobre la erupción he visto referencias a ella. Me refiero a la memez de ponerle nombre a esa octava isla que durante unos días pareció que podría emerger frente a El Hierro.


    Ponerle nombre a la octava isla canaria.


   Pues no tiene ni pizca de gracia la cosa. Y por eso quiero rendir un homenaje. Porque no tiene ni pizca de gracia. La octava isla canaria está con nosotros desde hace millones de años y tiene nombre. Se llama La Graciosa. Para quien no haya estado nunca en ella, sepa que se trata de un lugar idílico, maravilloso. Pequeñita y encantadora. Un auténtico lujo de isla. Por méritos propios es la legítima octava isla canaria.


    No soy geógrafo ni geólogo, pero curioso, un montón. Y como no lo soy, reconozco que lo que voy a decir puede tener imprecisiones, con lo que desde ya me curo en salud. Pero por lo que sé, he leído y me he informado puedo decir sin temor a equivocarme mucho que lo que está pasando en El Hierro pasa ahí, en El Hierro. No se trata del nacimiento de una nueva isla sino del crecimiento de la que conocemos. Por eso, lo que al final resulte de esa erupción, si es que resulta algo, será parte de El Hierro, y no habrá que buscar nombre a una nueva isla. Y podrá resultar desde nada, porque la erupción se agota en la fase en la que nos encontramos ahora, en la que el magma parece que puede dejar de salir dentro de poco y dar por concluidas sus ganas de fastidiar; o puede resultar un roque en el mar porque la erupción se prolonga durante un tiempo más o menos largo y el material vertido termina por aflorar a la superficie, en cuyo caso habrá que buscar nombre al roque en cuestión, que siempre será parte de El Hierro, como hoy lo es el Roque de La Bonanza, por ejemplo, al que nadie consideraría una octava isla canaria; o puede resultar que la erupción se mantenga activa durante mucho tiempo y el material que aflore por encima de las olas se acumule de tal forma que llegue a tocar la tierra firme que hoy conocemos y el resultado sea el crecimiento en superficie de El Hierro, en cuyo caso habrá que esperar a que todo acabe y la lava se enfríe para disfrutar de nuevos rincones de baño y pesca en esa parte de la isla. Cualquier cosa menos una octava isla canaria.


    Me fastidia que se hable de la octava isla canaria para referirse a lo que no es. El periódico EL DÍA, de Tenerife, tiene una sección llamada “Noticias de la octava isla” dedicada a Venezuela. Y no. Vale que los vínculos entre Canarias y Venezuela son estrechos, pero llamar la octava isla al país caribeño me parece una falta de respeto a La Graciosa. No.


    El Hierro es la isla más joven del archipiélago. Apenas tiene un millón de años, cuando las más antiguas, Lanzarote y Fuerteventura, tienen un montón de millones de primaveras. De hecho, Lanzarote y Fuerteventura, geológicamente hablando, ni siquiera son dos islas sino una sola. Son tan viejitas que la erosión ha provocado que el mar dividiera lo que antes fue unidad, y puede que hasta La Graciosa sea un fragmento más de aquella remota gran isla. Pero si nos vamos más atrás en el tiempo podemos decir que Lanzarote y Fuerteventura no son las islas canarias más antiguas. Las protocanarias, aquellas islas que existieron cuando la humanidad ni siquiera era un proyecto en desarrollo, y puede que ni dinosaurios hubiera, hace tropecientos millones de años, a día de hoy están más o menos a la altura de Huelva, sumergidas en el mar, completamente desgastadas, definitivamente muertas y enterradas. Ese es el destino de estas islas, seguir su deriva hacia el noreste a ritmo de placa tectónica mientras en el oeste se van formando nuevas islas. Y El Hierro aún no ha dicho hasta dónde puede llegar. Está en obras. Su desarrollo no ha concluido, está viviendo su particular explosión hormonal que la irá transformando poco a poco, a golpe de erupciones volcánicas. Algún día pudiera llegar a ser más grande y alta que la Tenerife actual, cuando esta última sea un grupo de islas arenosas y de playas paradisíacas allí por donde hoy están nuestras dos ancianas actuales, una vez desaparecido todo rastro de majestuosidad de papá Teide. Es lo apasionante de este nuestro planeta. Ya lo dijo hace veinticinco siglos Heráclito: todo cambia y nada permanece.


    Además, ¿quién ha dicho que en caso de aparecer un nueva isla canaria en algún punto (y que estos ojitos nuestros la vean) sería la octava isla? A ver, Coco, por favor, ven y danos una clase de contar. Tradicionalmente se dice que las islas canarias son siete. Si entendemos isla como aquella porción de tierra completamente rodeada de mar, algunas más forman nuestro archipiélago. No por el hecho de estar deshabitadas dejan de ser islas. No me voy molestar en recitar el nombre de las siete tradicionales, todos las conocemos (y quien no, que consulte un atlas). La octava, queda dicho, es La Graciosa. Y la novena vendría a ser Isla de Lobos, entre Lanzarote y Fuerteventura. Luego vendrían Alegranza, Montaña Clara, Roque del Este y Roque de Oeste. Todas estas forman lo que se llama el archipiélago Chinijo, de difícil acceso (a excepción de La Graciosa, de libre tránsito) pues se trata de una reserva natural marina y terrestre. En total, trece islas de nada. Si surgiera en estos tiempos una nueva como consecuencia de un volcán sería la decimocuarta isla. Y entonces tendríamos que buscarle un nombre chulo.


    Pero por ahora nuestra octava isla es La Graciosa. Ya llegará el momento en que desaparezca engullida por las aguas. Me da rabia que la hagan desaparecer demasiado pronto engullida por la incontrolable y devastadora marea de la estupidez.


    Va por ti, La Graciosa. Espero volver a visitarte pronto. Con el mismo cariño que les tengo a las demás.

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