sábado, 29 de octubre de 2011

Esas historias que nos calaron

    Hay historias que tienen un no sé qué, historias que nos tocan una fibra concreta que no sabemos identificar. Supongo que todos albergamos dentro alguna de esas. Bien sea porque nos la contaron muy temprano en la vida y nunca la olvidamos por más que el tiempo se haya empeñado en ello; bien sea porque nos dice algo especial que difícilmente podemos explicar con palabras; bien sea porque de alguna manera nos sentimos identificados con ella, o con sus protagonistas; bien sea, en fin, porque nos interpela de algún modo, y lo hace desde mucho y parece que para siempre.

    Yo tengo la mía, y cada vez que me tropiezo con ella me cautiva de tal forma que me quedo enganchado hasta el fin. Aunque me sepa de memoria el devenir de la acción, la secuencia de los hechos, las respuestas a las preguntas y las preguntas que no obtienen su respuesta. Da igual. La obra de Alejandro Dumas El conde de Montecristo tiene para mí ese no sé qué. Probablemente fue uno de los primeros libros que leí cuando empezaba a sumergirme en el universo de la palabra escrita. Luego la oí contada en la radio en una época en que todavía la gente se sentaba por las tardes ante el receptor para escuchar narraciones dramatizadas. Más tarde vinieron sus versiones cinematográficas. Y son unas cuantas, todas ellas con sus propias particularidades y todas ellas sin contener la totalidad de lo que la novela ofrece. Cada vez que enciendo la tele y haciendo zapin me tropiezo con alguna de esas versiones siempre me pasa lo mismo, me quedo un poquito más. Si la película está empezando, me quedo hasta ver la traición a Edmundo Dantés. Luego un poquito más, hasta ver el encuentro con el abate Faria. Luego un poquito más, hasta que escape del castillo de If. Y luego hasta que encuentre el tesoro, luego un poquito más, y un poquito más, y otro más. Cuando me quiero dar cuenta, entre poquito y poquito, me he quedado hasta los créditos del final. Y me pongo nervioso cuando arrojan a Edmundo a la sucia celda, y cuando conoce a su maestro y salvador, y cuando se reencuentra con sus enemigos antes amigos, y cuando vuelve a ver a Mercedes, y cuando su venganza se va materializando poco a poco hasta la satisfacción total. Todo ello pese a que sé de antemano qué es lo que va a pasar.


    Hay quien entiende que El conde de Montecristo es una historia de traición, venganza y deslealtad, de odios y revanchas, y no está equivocado quien así piensa. Pero a mí también me gusta considerarla una historia de amistad, de lealtad, de amor y justicia. Con el paso de los años, desde mi primer contacto con ella, esa historia me ha ido atenazando. Quizás sea porque nos cuenta las cosas tal cual no pasan nunca en la vida. Porque en la realidad la justicia nunca es tan completa y compensadora, porque no los hay tan buenos y tan malos, porque los oportunistas desaparecen en la niebla del vivir y acaban medrando, porque Mercedes nunca vuelve. No lo sé. Quizás porque es pura ficción que me atrapa y me pierde en la profunda dimensión de las relaciones entrecruzadas de Edmundo Dantés, Mercedes, Danglars, Villefort y el hijo de puta de Fernando.


    Curiosamente, me doy cuenta ahora, si busco en mi biblioteca no encontraré el libro. Me hubiera gustado conservar el mismo que abrí hace tantos años y cuyas páginas me arrebataron. Un día de estos tendré que poner fin a esa ausencia y sumar El conde de Montecristo a mi colección. Me lo merezco. Si hubiera tenido un hijo habría esperado con impaciencia el momento oportuno para presentarle la historia, regalarle el libro y decirle toma, puede que te guste o no, pero este libro tienes que leerlo.

3 comentarios:

  1. La idea de encontrarlo es un bonito regalo para el padre, el hijo y para el espíritu. Nena

    ResponderEliminar
  2. Fíjate! Y yo a mi hija le regalé las tiras de Mafalda. Y aunque me "tocó" tampoco encuentro en mi biblioteca "El principito", pero no me tienta de una librería, quizás de un rastro, con cierto toque añejo.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Nena, sí que será un bonito regalo. Y espero hacérmelo pronto. No sé si el espíritu lo agradecerá tanto como yo. Un beso, chiquilla.

    Malú, también Mafalda ocupa un lugar en mi biblioteca. Tengo el libraco enorme que recoge todas las tiras de ese personaje entrañable y desconcertante. Vamos, que no es para tumbarte en la cama con él encima para leer un rato. Si te lo apoyas en el pecho, te impide la respiración. Pero a veces me siento en el sillón con él en las manos para pasar un rato con la seguridad de que la sonrisa acudirá sin esfuerzo a mi rostro. Entrañable.
    En cuanto a "El Principito", si tienes la oportunidad de darte una vuelta por Madrid, allí encontrarás alguna de las llamadas librería de viejos que aún perduran. Quizá encuentres en alguna una edición con la pátina antigua que buscas. Otro abrazo para ti.

    ResponderEliminar