lunes, 17 de octubre de 2011

La media naranja mecánica


    Hasta ahora he resistido los impulsos de sentarme a escribir sobre la violencia de género porque creo que sobre este tema voces mucho más autorizadas que la mía lo hacen en foros a los que podemos acudir para satisfacer nuestras necesidades de información, conocimiento y educación. Pero a cuenta de unas publicaciones de amigos cibernéticos en facebook, he estado dándole vueltas a la pensante y me he decidido.
    No me parece que sea éste un tema de fácil abordaje dada la infinidad de facetas, aristas y orígenes que presenta el problema. La violencia del hombre sobre la mujer en todas sus manifestaciones (no sólo la violencia doméstica) no nace de una causa única. Si así fuera, no habría más que identificar esa causa, eliminarla y asunto solucionado. A otra cosa mariposa. Ojalá fuera así de sencillo. Las sociedades humanas, que a lo largo de la historia han primado siempre los valores masculinos y han ignorado, cuando no reprimido, los femeninos, han puesto a la mujer en una situación de inferioridad con respecto al varón, que se ha convertido en la medida de todas las cosas. Incluso hoy, en las sociedades europeas del bienestar, la mujer sigue estando en situación de desigualdad e inferioridad con respecto al hombre. Salarios inferiores o la doble jornada laboral son quizás las manifestaciones más leves de esta violencia, si las comparamos con las violaciones o los malos tratos y asesinatos en el seno de la pareja y la familia. Esto en las sociedades europeas. Si miramos a otras organizaciones sociales, a otras culturas, la situación de la mujer se torna dramática. En los países pobres, las mujeres son doblemente pobres. En África, la mujer es un cero a la izquierda y está profundamente sometida a las voluntades del varón llegando a ser mutilada a través de la ablación del clítoris. Y las violaciones en estas sociedades son tan habituales que la mujer las sufre como algo normal en su vida. En muchas culturas africanas es un dogma extendido que el SIDA tiene curación, y ésta es bien sencilla: violar a una virgen. No quiero entrar hasta dónde puede llevar ese convencimiento. Imagínenlo ustedes. O sí, qué coño. Ya puestos. Una mujer virgen no se distingue a simple vista de otra que no lo es, pero un bebé de tres meses es virgen sí o sí. En casi todas las sociedades musulmanas, por mucho que haya voces autorizadas dentro del islam que intentan hacerse oír defendiendo lo contrario, la sharia convierte a la mujer en una menor de edad eternamente tutelada por el varón (el padre y los hermanos primero y, más tarde, el marido y sus propios hijos varones) y le impone un código de conducta que castiga con la muerte tomar las riendas de su propia vida. Complicado lo tiene el 52% de la humanidad. Encima, son mayoría.
    En consecuencia, y para llegar a donde quiero, que se me va el baifo, la relación de pareja, para muchísimas mujeres, se convierte en un infierno y una pesadilla de la que no es fácil salir. Rara es la semana en la que no llega hasta los medios de comunicación la noticia de una muerte más, de un asesinato más. Suma y sigue. Por más que se lleven a cabo campañas de concienciación y denuncia, la situación, lejos de mejorar, se perpetúa en el tiempo. Y uno de los factores que considero que eternizan esta situación (sólo uno de ellos) es la teoría de la media naranja. Nos han hecho creer que somos medias naranjas y necesitamos nuestra otra media para ser completos, para poder realizarnos. Y claro, si esa otra media, de repente, o paulatinamente, pretende dejarnos o nos falla, sentimos que algo que es nuestro y nos pertenece se marcha. Va siendo hora de acabar con esta creencia para dar un paso más en pro de la igualdad entre los sexos. Desgraciadamente no el paso definitivo, pero al menos uno más. No somos medias naranjas. Somos y nacemos naranjas enteras y, como dijo mi amigo Quique Reina en la red social, exigirle a otro que me complete es ponerse en situación de violencia. Y en tanto en cuanto somos naranjas completas, podemos ser y realizarnos con o sin pareja, sosteniendo una relación con la persona amada o respetando y aceptando su marcha desde el convencimiento de que el otro, o la otra, es también una naranja completa con capacidad y libertad para decidir. Para ello se ha de educar desde muy temprano a las personas para enfrentarse a las frustraciones que la vida impone en todas sus facetas. Porque la vida ni es justa ni nos ofrece el cumplimiento de nuestros sueños y deseos, y más vale que dispongamos de los instrumentos necesarios para saber manejar esas frustraciones. Por el bien nuestro y por el respeto al otro. Y parece que en esto el hombre está mucho más desarmado que la mujer. Educado y considerado históricamente como sujeto conquistador para el que la fuerza prima sobre los sentimientos, someter a la mujer a sus designios le parece cosa normal y natural. En una relación de pareja son tres las personas que conviven: él, ella y el espacio en común que comparten. Las tres personas en plano de igualdad. En el caso de las parejas homosexuales él y él, o ella y ella, no vaya a ser que se me recrimine por considerar los valores hetero como absolutos. ¿Es fácil? No. ¿Es doloroso? Sí. ¿Y? A joderse tocan si la persona a la que amas no te corresponde o, habiéndote correspondido, ha dejado de hacerlo. Duele, es frustrante, es terrible el desamor, la sensación de abandono, de vacío, pero no podemos perder de vista el respeto al otro, el convencimiento de que es una naranja entera con entidad propia y ajena a la nuestra, con libertad para decidir hacer con su vida lo que considere que debe hacer, exactamente igual que uno mismo.
    Lo escribí una vez en este blog, hay tequieros que destruyen a quien los da y a quien los recibe, y esos tequieros nacen, también, de la consideración de que somos medias naranjas, de que no estamos completos sin el otro. De ahí a la violencia no hay nada.

3 comentarios:

  1. Pues sí, es así. Somos naranjas enteras e integras desde que nacemos.

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  2. Pues eso mismo, Alicia. Enteritos desde que nacemos. Se supone que cada vez más maduros conforme pasan los años, pero ésa no es una regla que siempre su cumple.
    Felicidades por descubrir la forma de colgar un comentario. Ahora espero que lo sigas haciendo más a menudo.
    Besitos.

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  3. Totalmente de acuerdo, pero , hablando de fruta,por qué naranja??..
    La que sea, pero siempre entera!!
    Susi

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