viernes, 31 de diciembre de 2010

Feliz




   No soy de los que viven estos días con especial emoción. Más bien lo contrario. Y más este año, en el que las ganas de hacer algo (lo que sea que hacemos siempre en nochevieja para vivir una nueva experiencia) no son muchas. Pero he de reconocer que me gusta el ambiente que se crea en este día último del año con los buenos deseos de la gente flotando en el ambiente. Lástima que esos buenos deseos no perduren en el tiempo y esta marea de buen rollito se diluya con el paso de apenas un par de días.
   Todos tenemos sueños, y desde aquí les deseo que en 2011 esos sueños se hagan un poco más realidad. Espero de corazón que todos nuestros Rosebud no caigan en el olvido, y que las olas nos los hagan desaparecer cuando lleguen a la orilla. Que perduren en el tiempo y que nos acerquemos a ellos con cada paso que demos.
   Un beso a todos.
   Especialmente a ti...


CELEBRACIÓN

Pongámonos los zapatos, la camisa listada,
el traje azul aunque ya brillen los codos,
pongámonos los fuegos de bengala y de arificio,
pongámonos vino y cerveza entre el cuello y los pies,
porque debidamente debemos celebrar
este número inmenso que costó tanto tiempo,
tantos años y días en paquetes,
tantas horas, tantos millones de minutos,
vamos a celebrar esta inauguración.

Desembotellemos todas las alegrías resguardadas
y busquemos alguna novia perdida
que acepte una festiva dentellada.
Hoy es. Hoy ha llegado. Pisamos el tapiz
del interrogativo milenio. El corazón, la almendra
de la época creciente, la uva definitiva
irá depositándose en nosotros,
y será la verdad tan esperada.

Mientras tanto una hoja del follaje
acrecienta el comienzo de la edad:
rama por rama se cruzará el ramaje,
hoja por hoja subirán los días
y fruto a fruto llegará la paz:
el árbol de la dicha se prepara
desde la encarnizada raíz que sobrevive
buscando el agua, la verdad, la vida.

Hoy es hoy. Ha llegado este mañana
preparado por mucha oscuridad:
no sabemos si es claro todavía
este mundo recién inaugurado:
lo aclararemos, lo oscureceremos
hasta que sea dorado y quemado
como los granos duros del maíz:
a cada uno, a los recién nacidos,
a los sobrevivientes, a los ciegos,
a los mudos, a los mancos y cojos,
para que vean y para que hablen,
para que sobrevivan y recorran,
para que agarren la futura fruta
del reino actual que dejamos abierto
tanto al explorador como a la reina,
tanto al interrogante cosmonauta
como al agricultor tradicional,
a las abejas que llegan ahora
para participar en la colmena
y sobretodo a los pueblos recientes,
a los pueblos crecientes desde ahora
con las nuevas banderas que nacieron
en cada gota de sangre o sudor.

Hoy es hoy y ayer se fue, no hay duda.

Hoy es también mañana,  y yo me fui
con algún año frío que se fue,
se fue conmigo y me llevó aquel año.

De esto no cabe duda. Mi osamenta
consistió, a veces, en palabras duras
como huesos al aire y a la lluvia,
y pude celebrar lo que sucede
dejando en vez de canto o testimonio
un porfiado esqueleto de palabras.

                                  (Pablo Neruda)

martes, 21 de diciembre de 2010

Soy ellos y algo más



   Creo que Los Cinco fueron los primeros. Las peripecias de Ana, Dick, Julian, George y el infatigable Tim me introdujeron en el mundo de la lectura de la mano de Enid Blyton. Muchas noches incluso con una linterna, debajo de las mantas, cuando mis padres me obligaban a acostarme y apagar la luz y yo escondía mis lecturas hasta bien entrada la medianoche. No teníamos muchos libros en casa, y esas aventuras llegué a leerlas unas quince veces cada una.
   Luego descubrí que los tesoros existen junto a Jim Hawkins y Long John Silver, y vino a mi encuentro Tom Sawyer con sus amigos Becky y Huckleberry Finn, y D'Artagnan con sus mosqueteros. Y empecé a acumular libros que me abrían otros mundos, otros paisajes y otras vidas. Jean-Baptiste Grenouille me intrigó entre sus sombras, y muchos otros se han ido acumulando en mi interior como los estratos multicolor que quedan a la vista en la montaña tras un corrimiento de tierras. Uno tras otro, aventura tras aventura, han ido marcando los universos interiores que voy arrastrado por la vida.
   Y cuando llegaron los Buendía decidí que yo también quería inventar nuevos mundos y fantasías que fueran mías para poder brindarlas a un hipotético lector. Quería ascender a los cielos entre sábanas blancas como Remedios La Bella. Quería liderar un ejército de ciegos como hizo Saramago. Quería visitar casas de espíritus, y sumarme a la Compañía del Anillo hasta los territorios de Sauron con Gandalf como guía, y sentarme un atardecer a conversar con el convencional G y Jean Valjean, y conocer a Lisbeth Salander para mostrarle mi amor por ella, y acompañar a Íñigo en las correrías de Alatriste, y tenerla también en mis brazos, en noches como esta, para que mi alma no se conforme con haberla perdido, y ser llorando el hortelano de la tierra que ocupa y estercola el amigo fiel, y que nadie me grite que la vea, su sangre sobre la arena. Y ser casi muerte y casi frío.
   Quería ver gigantes, no molinos.
   Mucha gente me dice que para qué los quiero. Una vez leídos no hacen otra cosa que acumular polvo en las estanterías. Pero yo aprendí a gozar del tacto de sus palabras y sus historias, y siento que si me deshago de uno de ellos pierdo algo en el camino.
   Esos estratos literarios se me acumulan, pues, en el interior y en mi exterior. Hasta el punto de que he tenido que construirles un espacio propio, el más amplio de la casa, para que, juntos, conversen entre ellos y compartan sus personajes, traben nuevas amistades y, muy probablemente, viejas enemistades. Para sentarme entre ellos y escuchar el rumor lejano de sus batallas, sus risas y sus llantos. Porque en este mundo, cada vez más fachada y oropel, quiero estar en la remota aldea que resiste ahora y siempre al invasor. Porque las estirpes condenadas a cien años de soledad no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Tu recuerdo ahora es el vacío



Tu recuerdo ahora es el vacío
que moldea el barro de mi canto,
el sonido agrio de tus besos,
el espacio vivo de tu ausencia.

Tu recuerdo ahora es el vacío
que retengo ansioso en mis abrazos
y construyo cegado por las nubes
que respiran tu aliento desangrado.


Tu vacío ahora es el recuerdo
que levanta andamios de locura,
la mirada al viento de tu huida,
el olvido alado de mis sueños.

En un centro comercial, a la hora de la comida

sábado, 4 de diciembre de 2010

Cortinas rojas

   Fui incapaz de pegar ojo en toda la noche. Las imágenes del día pasaban ante mí como proyectadas en la pantalla de un cine interior. El sonido de los aviones y los tanques bombardeando el Palacio de la Moneda retumbaban en mis oídos. Y la voz aguda y presurosa del locutor de radio que informaba de la entrada de los milicos, de los tiros apagados en el interior de la casa del presidente,  de grupos de asalto que entraban en los edificios y salían con los ocupantes maniatados, pateados, sonámbulos. Y las marchas militares que enmudecieron a cañonazos las ondas.
    Entre Alfredo y los otros me obligaron a permanecer en el piso de María toda la noche. Ellos la pasaron acumulando papeles, libros, legajos, manuscritos, archivos, dibujos, pósteres. Todo el trabajo de los últimos tres años. Actas de los comités, documentos de los congresos, propuestas parlamentarias. Todo.
    -No puedes salir ahora, mujer -se empeñaba en repetirme una y otra vez María-, estando la cosa como está. Julio es mayorcito para cuidarse sólo. No te preocupes. No pienses más en eso.
    Que no pensara, que me relajara, que descansara. Que durmiera un rato, anda.
    Pero yo sentía, sabía, que algo le había pasado. De pronto, todos sus besos, sus abrazos, sus caricias, las veces que me susurró al oído, se acumulaban en mi garganta estrangulada. Y no era capaz de llorar. Porque las lágrimas que me subían del pecho se acumulaban en la tráquea impidiéndome el habla. Y cuanto más empujaba mi corazón para obligarlas a salir, más se atoraban e interferían incluso el paso del aire.
    Por la mañana, aprovechando un descuido del grupo, que discutía en voz baja la forma de bajar las cajas al coche y llevarlas a lugar seguro donde esconderlas o destruirlas, abrí la puerta del pisito y salí a la calle. Sentí que el aire frío de la mañana no llegaba a llenar por completo mis pulmones oxidados. Con pasos apresurados y disconformes emprendí el camino de vuelta a casa, a Julio. Recuerdo vagamente haberme cruzado con personas que se paraban a mi lado y me tendían una mano temblorosa que yo ignoré una y otra vez. Mantenía la vista fija en la plaza Libertador, dos cuadras más abajo. Al otro lado se alzaba el edificio gris. Nuestro alegre mundo gris, como a Julio le gustaba llamarlo. La ventana del salón, aquella de la esquina, estaba cerrada. Sus cortinas rojas se enredaron en el nudo de mi garganta haciéndolo aún más sólido, más impenetrable. Él siempre las abría al despertar. Mis piernas cruzaron la plaza sin sentir la hierba, y el nudo me guiaba hacia el zaguán tirando de mí con fuerza.
    En el momento de poner la mano en la puerta ésta se abrió de golpe y pude ver mi rostro deformado en las gafas del militar que tenía delante.
    -¿Señorita Pláyeres? ¿Mirella Pláyeres? Hemos estado toda la noche esperándola. No diga nada. Tiene que venir con nosotros.
    Mis rodillas de gelatina dejaron de sostenerme y tuve que apoyarme en el quicio de la puerta para no caer. Me llevé la mano a la boca para enterrar un último gemido. Fue entonces cuando el dique que había estado toda la noche ahogándome cedió al empuje de un último latido y se desbordó sobre los hombros del soldado que me arrastraba hacia el furgón oficial, derramándose por todas las calles de Santiago.

martes, 30 de noviembre de 2010

Un día de ira

   Entre la credulidad y la tristeza asisto asombrado a la noticia del ciudadano búlgaro que, por aburrimiento, se chutó alguna droga (la noticia no especifica cuál, quizá para evitar el efecto contagio) y, después de cortarse el pene y atacar a su padre, a quien seccionó parte de una oreja, robó un coche, se saltó un semáforo en rojo, provocó un accidente con una motocicleta, intentó quemar un pajar (quizás buscando la aguja), robó un hacha, mató un cordero y, cuando se vio acorralado por la policía, se subió a una torre de alta tensión y sufrió una descarga eléctrica que lo mantiene en estado crítico en la UVI del hospital. Es de suponer que, si se recupera, todo el peso del código penal de Bulgaria caerá sobre él. Y digo todo en sentido literal, pues no creo que este joven haya dejado artículo de la norma sin patear en su día de gloria. 
   Mi credulidad se sostiene en el hecho de que, lamentablemente, a estas alturas me creo cualquier cosa que me cuenten de la bestia que todos, sin duda y sin excepción, llevamos dentro. Y mi tristeza nace del inútil derroche de creatividad de este búlgaro fumado. Ya puestos a acabar en prisión, o en un hospital, cuánto mejor hubiera sido planificar un día de ira bien dirigida. 
   En estos tiempos de crisis malintencionada, en los que la banca y el gran capital han hundido los mercados financieros internacionales por hacerse ricos a espuertas; en los que los estados, para salvaguardar la integridad de sus sistemas financieros nacionales, se han endeudado hasta las orejas en beneficio de esos mismos que nos han metido de cabeza en esta situación para que, en definitiva, ahora presionen a esos estados para que reduzcan el déficit público provocado por las ayudas a la banca a costa de sacar la pasta de las costillas de las clases trabajadoras y del desmantelamiento del estado del bienestar, lo que me pide el cuerpo es saber qué droga debo tomarme para encauzar la ira que me embarga y, bajo sus efectos, robar todos los balances e informes interesados del Fondo Monetario Internacional y hacer con ellos una hoguera delante de las puertas de la OCDE, arrasar los fondos del Banco Mundial y destinarlos a proyectos de desarrollo de los países más pobres, desenmascarar los ataques especulativos contra la deuda de los países para conseguir cobrar un 92% más en concepto de intereses, convocar en la calle a millones de personas para protestar a voz en grito contra un gobierno socialista que se baja los pantalones ante la banca y estrangula las economías y los derechos laborales y sociales de su población, hacer pagar a las sociedades de inversión un 48% de sus beneficios en concepto de impuestos en lugar del 1% por el que ahora tributan y subirme a lo más alto del edificio más alto para decirle al mundo que ya está bien, joder, ¡ya está bien! 
   Eso, o algo.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Corazón de azucena


   Quizá sea porque moriste en mis manos aquel día de comienzo de curso. Entonces no supe intuir lo que llegó a ser inevitable, cuando el profesor cerró su carpeta, se la puso bajo el brazo y nosotros nos levantamos armando el jaleo de la despedida. Tú me mirate y yo te disparé. Porque me dio por ahí, te dije aquella noche. Tú te hiciste la muerta y nos reímos desde la distancia.
   ¿Cuánto tiempo pasó después? ¿Dos semanas? ¿Tres? No lo recuerdo. Ya sé que tú sí. Nos encontramos en la cafetería de la facultad y me preguntaste qué tal llevaba el examen de Político. No era la primera vez que oía tu voz. Ya la conocía de beber tus palabras en clase aunque no era a mí a quien las dirigías. Pero sí fue la primera vez que clavaste en mí tu mirada de jade y me envolviste con la música de esa voz tuya de campanillas, cristalina como el susurro del vuelo de un hada.
   Luego pasó noviembre. Y las navidades. Y las frías tardes de enero. Y cuando llegó el carnaval ya éramos buenos compañeros y nos solíamos reunir con Ana, con Dumpi, con Alessio y los demás. ¿Recuerdas? Pero con Marco nunca. Él te pertenecía sólo a ti. A veces, pocas veces, contabas algo sobre él, sobre ti, pero Marco nunca entró en el espacio que atravesaba nuestra amistad. Por eso no estaba aquella noche de carnaval, cuando te dije que te disparé con mi dedo índice convertido en infantil pistola porque me dio por ahí. Cuando recordamos viejas historias de clase que siempre protagonizaste tú mientras yo te observaba desde las sombras. Cuando te abracé por primera vez bajo el atestado chiringuito y pude sentir en mi pecho tu corazón de azucena. Cuando mis labios descubrieron, al fin, la hoguera de tus besos. La música sonaba tan alta que se apelotonaba en nuestros sentidos haciendo imposible discernir la melodía, y la muchedumbre multicolor gritaba, cantaba y reía. El sonido de la fiesta caía enorme, en forma sólida, sobre nosotros y nos aislaba de los demás, taponaba nuestros ojos y oídos encerrándonos en una pétrea barrera impenetrable que ocultaba al mundo nuestras caricias y mis ansias de ti.
   De repente me miraste. Y en tu mirada descubrí, desolado, el miedo que albergabas. Sin apartar tus ojos, retrocediendo con pasos lentos, te fuiste alejando de mis deseos, te abriste paso en la cascada sonora que nos aplastaba y la algarabía de la fiesta se hizo a un lado para cubrirte la huida.

De nuevo aquí

De nuevo por estos lares. Es lo que tiene la vida, que da muchas vueltas y, a veces, nos lleva por derroteros que debemos soportar si queremos dar un paso más. Es lo que me ha tenido apartado del blog estas semanas. Una obra en casa que parece no tener fin; una mudanza de cajas interminables; y un nuevo empezar lleno de polvo y tierra. Un caos que transformar. Pero he sido capaz de encarrilar la situación. Con esfuerzo y pocas ganas.
Aún queda mucho por hacer, pero es hora ya de volver a mi espacio íntimo a la vista de todos. Y lo hago con nuevos bríos, con ganas renovadas de seguir escribiendo de todo un poco... Y con los mismos deseos de que alguien se detenga en estas palabras y me diga qué le parecen. He vuelto.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Huelga general

   Un espectro recorre toda Europa: el espectro del neoliberalismo. Junto a ese espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, Estados Unidos, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la OCDE, los radicales del gran capital y los polizontes del sistema financiero internacional.
   El 29 de septiembre queda ya para la historia como un día de huelga general en el estado español. Otras ha habido y, tal y como van las cosas, mucho me temo que otras habrá. El origen de todo este follón no creo que haga falta recordarlo. La reforma laboral que el gobierno del PSOE ha impuesto a la sociedad es conocida por quien tiene oídos para oír y ojos para ver. Es por eso que no quiero entrar en profundidad a detallar lo que esa reforma supone para el conjunto de las clases trabajadoras. Baste decir que con las medidas aprobadas se abarata de forma escandalosa el despido de los trabajadores y, lo que me parece casi más grave, se desvincula ese despido de causas objetivas, facilitando que el empresario pueda prescindir de los trabajadores de un forma barata y sencilla. Y eso en un país que está sumido en el fango social del desempleo. Si a esas medidas le sumamos el hecho de que la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores se ve gravemente comprometida desde el momento en que se permite a las empresas dejar de aplicar un convenio colectivo cuando así, más o menos, lo estimen oportuno, podemos ver que lo que se nos viene encima cuesta trabajo valorarlo en toda su magnitud. Además, la reforma abre las puertas de las administraciones públicas a las empresas de trabajo temporal, faculta al empresario a modificar unilateralmente condiciones de trabajo de sus empleados, etc.
   Pero ya digo que no es mi intención entrar a detallar las medidas que incluye esta reforma laboral. Hace meses que las centrales sindicales y otros agentes sociales vienen llevando a cabo una labor pedagógica para explicar lo que significan estas medidas. A mí, personalmente, me parece que de lo que se trata de es acabar con derechos que históricamente forman parte de las relaciones laborales y que surgieron tras muchas décadas de luchas obreras.
   Hace ya muchos años que estudié Derecho Laboral en la universidad de La Laguna. Recuerdo las clases de principio de curso de esa materia en las que se hacía un repaso a las luchas obreras en el estado español y en el mundo, luchas que dieron lugar a lo que se llamó Derecho del Trabajo o Derecho Laboral. Y recuerdo la explicación de las características de esa rama del Derecho. Entre esas características hacía hincapié el profesor en el carácter tuitivo para el trabajador del Derecho del Trabajo. Porque se partía de la premisa de que en las relaciones laborales quien tenía el sartén por el mango era (y sigue siendo) el empresario. Por ello, esta parte del Derecho venía a equilibrar esa situación ofreciendo, a través de una serie de derechos (que eran) históricos, una suerte de equilibrio en el que el trabajador no se viera tan desprotegido frente al enorme poder del empresario. Y esa era la naturaleza intrínseca del Derecho del Trabajo.
   Bendita naturaleza. Con esta reforma pasa a mejor vida. Ese precario equilibrio queda definitivamente desterrado con esta reforma laboral. Me pregunto si en la universidad, en las primeras clases de Derecho Laboral, se seguirá hablando de ese carácter tuitivo o si, por el contrario, el concepto ha sido eliminado definitivamente de los planes de estudio. Quizá un día de estos me cuele en una clase de principio de curso y lo compruebe.
   Pero, desgraciadamente, creo que la cosa va aún más allá. Como digo, un fantasma recorre Europa: el fantasma del neoliberalismo. Y esta reforma laboral es un paso más que da este fantasma en su estudiado plan de desmantelar pieza a pieza el estado del bienestar europeo. Se está aprovechando esta crisis económica mundial para hacernos mirar hacia Estados Unidos y que asumamos con un discurso catastrofista que es aquel el modelo a copiar, que el estado del bienestar ya no tiene futuro. Hace meses que se oye hablar del sobredimensionamiento de las administraciones públicas, del excesivo peso que el capítulo de personal tiene en los presupuestos de las administraciones y de la necesidad de que la iniciativa privada cobre protagonismo en los servicios públicos. Ante tales discursos algo en mi interior se altera y se pone en guardia. Porque de lo que se está hablando es de desmantelar el sistema de servicios públicos que garantizan hoy en Europa el disfrute de un estado del bienestar que, con sus fallos y lagunas, con sus incapacidades y dificultades, trata de hacer una redistribución de la riqueza en pro del bien común.
   No nos engañemos. El bombardeo de esos discursos esconde la intención real y cierta de desmantelar nuestro sistema de libertades y de servicios públicos. Hablan de nuestros derechos, los que hemos heredado de nuestros padres, los que hemos defendido nosotros, y los que tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos. Y, ante el peligro de perder lo que nos costó siglos de luchas, todo el tejido social europeo tiene la responsabilidad de alzar la voz para gritar que no vamos a dejar que sigan por ese camino, que no estamos dispuestos a permitir que quienes crearon esta crisis (que son, además, los que se han beneficiado de ella) pretendan ahora hacernos pagar los destrozos con nuestros derechos y con nuestros recursos. Repito, es nuestra responsabilidad.
   Por eso creo que el apoyo a la jornada de huelga general convocada ha de ser masivo, porque nos va mucho en ello. Muchísimo. Nos va casi todo. Ahora miramos atrás y vemos lo que hemos avanzado desde lo que nuestros abuelos tenían en cuestión de derechos y bienestar. Nos damos cuenta del inmenso avance que hemos protagonizado. Pero es que se da la paradoja de que existe el peligro real de que nuestros nietos miren atrás y lleguen a la conclusión de que lo que sus abuelos tenían es para ellos ciencia ficción. Por eso, la voz de todo ese tejido social europeo ha de hacerse oír alta y clara el próximo 29 se septiembre, aprovechando que no es sólo una jornada de huelga general en el estado español sino también una jornada de movilizaciones en toda Europa. Y creo que se dan las condiciones objetivas para el nacimiento de un movimiento contestatario global europeo que se traslade allí donde el neoliberalismo da sus golpes. Hoy es en el estado español con esta reforma laboral, pero en Grecia ya van por no sé ya cuántas huelgas generales, en Francia van por cuatro, luego vendrá Alemania, y ya se habla de medidas a adoptar en Inglaterra, en Bélgica, Holanda... Ya no es el espectro del socialismo el que recorre Europa. A ese pobre entre todos lo matamos y él solito se murió. Ahora es el fantasma del neoliberalismo más salvaje el que nos acecha y extiende sus garras para desvirtuar nuestros derechos. Y no podemos permitirlo.
   Esta reforma laboral no puede ser considerada como una agresión aislada. Según mis cuentas, es la tercera. La primera fue el recorte presupuestario del año 2010. La segunda, el recorte salarial a los empleados públicos con el pretexto de subvencionar el déficit público. Ahora es la reforma laboral. Para finales de año ya se habla de la reforma de las pensiones. Luego vendrá la ampliación de la edad de jubilación. Luego, una ley de la Función Pública Canaria que señala a los empleados públicos como los causantes del descalabro de las administraciones públicas de Canarias al grito de en la empresa privada eso no pasa (bendita empresa privada, solución de todos los males). Como si quienes durante décadas han gestionado la cosa pública en estas islas no tuvieran ninguna responsabilidad.
   Al comienzo de la crisis, los estados destinaron ingentes cantidades de dinero (miles de millones de euros) a subvencionar las pérdidas de la banca. Se socializaron las pérdidas, cuando las ganancias siempre fueron privadas en las épocas de vacas gordas. Las condiciones que se pusieron para ello fue, por un lado, introducir mecanismos de control en el sistema financiero internacional para que esta situación no vuelva a repetirse y, por otro, liberar recursos económicos a las pequeñas y medianas empresas con el objetivo de dinamizar la economía. Lo cierto es que a día de hoy el sistema financiero internacional sigue si estar regulado, y las PyMES siguen quejándose de que los bancos nos les prestan dinero. Y ahora viene el gobierno ¿socialista? y nos impone esta reforma laboral para que sean las clases trabajadoras las que paguen los platos rotos. Y nos esperan medidas de austeridad presupuestaria que inciden en el gasto (los recortes presupuestarios anunciados para el estado en general y Canarias en particular son bestiales), pero no en los ingresos. A día de hoy, en el estado español las sociedades de inversión (el gran capital) tributa el 1% de sus ingresos, y las clases trabajadoras lo hacen entre un 18 y un 45%. Para ponerles nombres, digamos que las sociedades de inversión son Inditex, El Corte Inglés, las grandes constructoras (las Koplowitz, Florentino Pérez...), etc. Esos son los que pagan un uno por ciento. Nosotros, las clases trabajadoras, un buen cacho de nuestros ingresos. Y es nuestra la obligación ahora de correr con los gastos.
   Pues yo no estoy dispuesto. Al menos, no sin levantar mi voz el 29 de septiembre y en todas las próximas convocatorias que me temo vendrán en un futuro no muy lejano.
   Sé que hay mucha gente que piensa que con esta huelga no se va a conseguir nada porque la reforma ya está aprobada. Pero también lo estaba la reforma laboral de Aznar y una huelga general la tumbó. Como también estaba aprobada la reforma laboral de Felipe González y una huelga general le obligó a dar marcha atrás. Sé que hay gente que no ve la necesidad de apoyar la huelga del 29 de septiembre, que no termina de estar de acuerdo con ella. Lo fácil es ir ese día a trabajar y engañarse con el discurso de que dada la situación lo que hay que hacer es arrimar el hombro para sacar al país de esta situación. Lo difícil vendrá cuando los hijos, o los nietos de esas personas, miren atrás y les pregunten qué fue de aquello que tú tenías, abuelo, y yo no puedo tener. ¿Qué hiciste tú ese día para defender lo tuyo y lo mío?

¡Proletarios de todos los países, únanse!

domingo, 19 de septiembre de 2010

Habrá un día

   Anoche me acosté entero. Al menos, yo pensaba que anoche me acosté entero. Pero esta mañana me enteré de que no, de que ya desde las doce de la noche más o menos me faltaba un trocito, uno más. Y ya van siendo muchos los trocitos que se me van desprendiendo. Hoy, al levantarme, me he topado de bruces con la muerte de José Antonio Labordeta.
   Seguro que antes que yo alguien ha escrito ya que desde anoche el mundo es un poco más triste, pero así lo siento yo también, y así lo escribo yo también. En algún lado deben de andar hoy las utopías llorando la pérdida de uno de sus creadores, de uno de sus defensores.
   Era Labordeta una de esas pocas personas en las que la palabra libertad sonaba cercana y posible en sus labios.
   Son muchos los recuerdos de Labordeta que se amontonan en mi dolor en estos momentos. El Labordeta poeta, el Labordeta cantautor, el Labordeta diputado sin pelos en la lengua que reprochó a los fantasmas del pasado su actitud con un ¡A la mierda, joder! memorable desde la tribuna del parlamento, el Labordeta caminante, mochila al hombro, que nos hizo conocer un poco más la vida sencilla de las gentes sencillas de sentimientos sencillos. Uno de los recuerdos que se me vienen ahora es el de un concierto de él en el teatro Leal en La Laguna, allá por los años ochenta. Después del concierto se organizó una reunión de amigos en casa de una persona conocida de La Laguna a la que asistió José Antonio. Cuando yo llegué me encontré a los asistentes sentados en sillas dispuestas en círculo, y uno de lo pocos sitios que quedaban libres era precisamente a la izquierda de Labordeta. Allí me senté yo con un buenas noches, maestro, buenas noches, chaval. Guardo en la memoria los guiños de complicidad que me dedicó en el rato que estuvimos juntos, los poemas suyos leídos en aquella reunión, su reticencia a volver a cantar algunas de sus canciones, guitarra en mano, aduciendo problemas de garganta. Al acabar la velada, él se levantó y me queda el apretón de manos que nos dimos en la despedida con un gracias por todo de mi parte y un ha sido un placer estar con vosotros por la suya. Cuando nuestras manos se separaban me susurró al oído queda mucho por hacer, chaval, no hay que abandonar el camino.
   En el camino he intentado seguir hasta ahora, compañero. Ahora ya sin tu compañía.
   Probablemente, ésta sea una muerte anunciada más. Sabíamos de su enfermedad. Un libro escribió sobre ella. Pero no por esperada es menos dolorosa la transición a un mundo sin Labordeta, sin sus canciones (que no morirán nunca) y sin sus poemas (que nos quedan para siempre).
   Adiós, compañero, maestro, amigo. Hasta la vista.
   Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos a Labordeta siempre entre nosotros. Echaremos nuevas raíces por campos y veredas para poder andar. Porque somos como esos viejos árboles batidos por el viento.
   Que el futuro sea el canto de tu esperanza.


viernes, 3 de septiembre de 2010

   Por esta canción no pasa el tiempo. En un momento u otro de nuestras vidas somos muchos los que, de alguna forma, la recordamos.
   Y de Ana qué decir. Siempre la encantadora Ana.


viernes, 27 de agosto de 2010

Que no

   Tú quién eres. ¿Y qué haces a mi lado, en mi cama? ¿De dónde sales? No, no te recuerdo. ¿Cómo iba a recordarte? No te conozco de nada. Nunca te había visto. ¿A qué te refieres? Pues no, no lo sé. Venga ya, tú anoche no estabas. Qué disparate. No me digas eso, no te creo. Es imposible. ¿Cinco años dices? No, lo recordaría, seguro. No puede ser que me confunda durante cinco años enteros. Tú no eres esa. La persona de la que hablas no eres tú, lo sé. ¿Cómo no iba a saberlo? Esto es ridículo. No intentes tomarme el pelo. A ella sí la conozco, claro que la conozco. La amé desde el principio, y no eres tú. Ella es la luz en la distancia que elegí atrapar. Que no me digas esas cosas. ¿Cómo que dónde está? Aquí, ¿no la ves? Pues estaba aquí anoche cuando nos acostamos, cuando acaricié su espalda sintiendo el ritmo de su respiración, cuando besé sus labios de buenas noches, cuando me prometió que siempre estaría a mi lado. Estaba aquí te digo. ¿Que me estoy volviendo loco? Que no, que no eres tú. Nada de esto tiene sentido. ¿Y por qué recoges sus cosas? Deja eso, no es tuyo. Ella vendrá y querrá saber qué ha pasado con su ropa. Que lo dejes te digo. Cierra esa maleta. Vete de nuestra casa. Ella volverá de un momento a otro y te demostraré que existe. Que no es un sueño, te digo ¿Cómo va a ser un sueño? Mira a tu alrededor, todo está impregnado de ella. ¿No lo sientes? ¡Que no eres tú! Deja ya de decir tonterías. ¿Cómo vas a ser tú? Y deja sus cosas te digo. ¿Pero qué insinúas? Ella nunca diría eso, nunca lo dijo. Además, tú no la conoces. ¿Cómo vas a saber lo que diría o no diría? Tú no conoces las palabras que nos susurramos, las promesas que nos abrazaron, los besos que nos comprometieron. ¿Pero qué dices? Tú sí que estás loca. Voy a llamar a la policía. No tienes derecho a tocar sus cosas. Que las dejes te digo. ¿Cómo que nunca existió? Qué tonterías estás diciendo. Estaba aquí, no me la invento. Anoche sentí sus gemidos en sueños, el calor de su cuerpo, la suavidad de su piel junto a la mía. Que no. Te repito que no es un sueño, que es real, que siempre fue real. Mi imaginación no da para tanto, y mira que da. Pero lo tuyo es surrealista. ¿Pero a dónde vas? Que dejes eso. No puedes llevártela. ¡Vuelve aquí! ¿Y qué le digo cuando vuelva? No me va a creer. No puedes llevártela. Sí que va a volver. De un momento a otro, y entonces se descubrirá tu delirio. Te digo que sí, que es ella. ¿A dónde vas? Que no eres tú. No puedes ser tú. Que no.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Una cuestión nuclear


   En estos últimos tiempos tres noticias han llamado mi atención, aunque todas ellas han saltado a la luz pública distanciadas en el tiempo entre sí (es lo que tiene esto de la memoria histórica, que, si la ejercitamos a menudo, nos hace relacionar hechos y acontecimientos y reflexionar sobre ellos). La primera de ellas (aunque no cronológicamente) es que en Alemania se ha levantado hace poco la veda para la caza del jabalí. Y allí van los cazadores teutones, pertrechados con sus rifles de alta precisión y su indumentaria cuasi militar, a lanzarse al monte a la búsqueda del cochino salvaje para cobrarse sus piezas. Hasta aquí nada anormal. Lo singular de la noticia es que cuando un alemán caza un jabalí debe comunicarlo a las autoridades para que se le realice a la carne del trofeo un análisis del nivel de radiactividad que corre por sus venas. Y es que el desastre de Chernóbil aún sigue teniendo efectos en el medio ambiente que se vio alterado por la nube radiactiva que aquellos días sobrevoló buena parte del territorio alemán. De esta forma, si la carne del animal presenta unos niveles altos de radiactividad en su organismo, el estado paga una cantidad al cazador para evitar el consumo humano de la carne envenenada. Dicho sea de paso, esa cantidad que la administración paga es superior al precio de mercado del animal, por lo que los cazadores cruzan los dedos cuando apuntan al entrecejo de un jabalí para que su carne brille en la oscuridad.
   La segunda noticia es que la ola de incendios que ha sufrido Rusia en las últimas semanas, además de tener los catastróficos efectos sobre el medio ambiente de todo incendio forestal, tiene unos efectos añadidos derivados, éstos también, del desastre de Chernóbil. El fuego ha llegado a afectar a la zona contaminada por aquel accidente y ha hecho que una nube de ceniza radiactiva originada por la quema de árboles y matorral con un alto nivel de radiactividad vuele de nuevo al capricho de los vientos por la vieja Europa. Desconozco si algún técnico con ganas de trabajar se ha parado a analizar las consecuencias que puede tener esta nube de cenizas nucleares, pero seguro no trae nada bueno.
   Y la tercera noticia nos coge algo más cerca. Hace unos pocos meses, varios ayuntamientos españoles se daban cachetones en la lucha por conseguir que en su territorio se construya el proyectado cementerio para almacenar la basura nuclear generada por las centrales nucleares españolas. Es éste un viejo proyecto de las autoridades para dar salida a esos residuos en su apuesta por no desterrar la generación de energía eléctrica a partir de la fusión del átomo. Se trata de unos residuos con una media de vida activa de ¿cuántos? ¿Cincuenta mil años? ¿Más? No tengo el dato concreto pero, para quien de esto sabe lo básico sin ser ingeniero ni físico nuclear, sé que esta materia se degrada muy lentamente y su nivel de radiactividad permanece durante decenas de miles de años, si no centenares de miles de años.
   Está claro que no queremos aprender la lección que Chernóbil nos dejó. De nada me valen los argumentos de que las centrales nucleares son seguras y están muy controladas. Por mucho dinero que se destine a la seguridad de estas instalaciones, no es posible hacer desaparecer por completo el riesgo de accidente (y hablamos de miles de millones de euros). Y si ese riesgo es de un cero coma uno por ciento muy pequeñito, esa pseudoseguridad no me compensa por los enormes daños que un solo accidente puede ocasionar durante una cantidad inimaginable de tiempo. No quiero pensar qué ocurriría en una zona que abarque Extremadura, Andalucía y la mitad sur de Portugal si una de las centrales nucleares que hay por ahí tiene un accidente parecido al de Ucrania en 1986. Prácticamente la mitad del territorio español sería inhabitable durante milenios. Y no digamos ya los efectos de una nube radiactiva arrastrada miles de kilómetros por los vientos hacia donde sea. Si es hacia el oeste, se contaminaría el océano Atlántico; si es hacia el este, se contaminaría el Mediterráneo y toda la tierra que se encuentre por al camino hasta Líbano por lo menos; si es hacia el sur, sus efectos podrían sufrirse en el norte de África y en estas islas; y si es hacia el norte, que Europa se agarre los machos.
   Ya digo, el riesgo de sufrir esos efectos catastróficos (quisiera encontrar una palabra que multiplique catástrofe por mil millones) no me lo compensan los argumentos que sostienen que se trata de una forma limpia de generar energía eléctrica en estos tiempos de calentamiento global. ¿Limpia? ¿Es limpia sólo porque no genera CO2? Si tan limpia es, ¿para qué se necesita un basurero nuclear?
   Me temo que podemos estar dirigiéndonos hacia un futuro en el que estas cosas se nos pueden ir de las manos. Lo malo es que basta que se nos vaya de las manos una sola vez para joder para siempre un país entero. Eso sí, mientras tanto, el capital hace negocio con nuestra seguridad, y hay quien está dispuesto a participar de un pedazo del pastel, por pequeño que sea (con un basurero, por ejemplo) al grito de pan para hoy y mañana ya se verá.

jueves, 5 de agosto de 2010

Danae



   Acrisio, rey de Argos, entró en palacio con la mirada perdida en el miedo y el terror. Ni siquiera la dulce Eurídice, su esposa, a pesar de sus esfuerzos, consiguió calmar su ánimo. Volvía de un largo viaje que le había llevado a visitar un oráculo lejano al que pidió ayuda y consejo, pues no tenía hijos varones que le sucedieran en el trono.
   Acrisio no atendía a razones. Arrastraba su corpulencia en dirección a las estancias de su hija Danae. Alzaba la voz, empujaba a los esclavos y sirvientes que le salían al paso y gritaba el nombre de su hija.
   Cuando estuvo ante la joven, incapaz de controlar su ira, le gritó que no quería volver a verla jamás, que sería confinada en lo más alto de la torre hasta el día de su muerte.
   De nada sirvieron los lamentos de Danae y las súplicas de Eurídice. La joven princesa, por orden del rey, fue llevada a su encarcelamiento por la guardia personal del monarca y se le prohibió todo contacto con cualquier persona que no fuera la anciana esclava a la que se encargó la tarea de llevarle un plato de comida al día.
   Ya en sus habitaciones privadas, Eurídice supo de su marido que el antiguo oráculo había pronosticado que Acrisio sería muerto en el fin del mundo a manos del hijo de su hija.
   La prisionera Danae aceptó lo inevitable de su situación y se dispuso a pasar su primera noche de confinamiento. Era una joven de tez clara, broncíneo cabello de fantasía y unos ojos que reflejaban el azul de las profundidades marinas.
   Desde lo alto del Monte Olimpo, Zeus contempló, entre divertido y curioso, el devenir de los acontecimientos. Fue entonces cuando, al contemplar a Danae sola en su celda oscura, se sintió cautivado por su belleza y la deseó.
   Zeus se sabe el más grande entre los dioses y no conoce de impedimentos que dificulten sus actos y decisiones. Esperó a que Danae se durmiera y, transformado en una fina y delicada lluvia dorada, descendió sobre ella y, con suavidad, acarició aquellos cabellos sedosos y brillantes, se deslizó por su rostro rozando apenas una piel que se erizaba y avanzó por el cuello aspirando el aroma de la juventud, la belleza y la mortalidad al tiempo que Danae gemía en sueños y se retorcía en su lecho. Zeus, arrastrado por el deseo, exploró los secretos de unos pechos ardientes, deseables y deseosos, se abrió camino hacia el vientre, alcanzó la entrepierna de la joven, abrazando las voluptuosas formas de sus caderas, y la poseyó.
   Danae no despertó de su profundo sueño. Elevó la intensidad de sus gemidos, y su cuerpo, ajeno ya por completo a ella, respondió apasionado al contacto, se abandonó a las sensaciones arrebatadas que la invadían y, en el momento del éxtasis, cuando la simiente divina explotaba en su interior, sus dedos crispados hicieron ver a Zeus la intensidad y profundidad de su placer.
   Una vez saciada, igual que había llegado, la apasionada lluvia de oro se retiró con lentitud, entreteniéndose en prodigar sutiles caricias sobre la piel de Danae.
   Así fue como se gestó el nacimiento de Perseo, hijo de Danae y Zeus, nieto de Acrisio y Eurídice. Con el paso de los años, aquel joven habría de cumplir la profecía del oráculo cuyo anuncio, tiempo atrás, dio comienzo a la historia de su propio nacimiento.
 

Tequieros



   El mundo está lleno de tequieros.
   Tal vez sean muchos.
   Quizá haya pocos y sea necesario inventar alguno más.
   Hay tequieros románticos, de novela rosa, acaramelados y empalagosos.
   Hay tequieros filosóficamente románticos, con una pesada carga dramática que los hace opresivos y potencialmente suicidas.
   Hay tequieros de mentira, de postín, que no engañan a nadie.
   Los hay sexuales que encuentran su satisfacción en el deseo, en las caricias, en las sensaciones, en el éxtasis. Son tequieros de orgasmo.
   Hay tequieros de pasada, volátiles, que se olvidan con el siguiente.
   Hay tequieros posesivos que destruyen a quien los da y a quien los recibe.
   Hay tequieros traicioneros como una puñalada en la espalda, que presentan una cara amable en un principio pero a los que el tiempo acaba por deshacer la máscara de cariño para desvelar el odio y el horror que esconden.
   Hay tequieros que ilusionan y construyen castillos de arena en la orilla con apariencia de piedra. Pero cuando llega la pleamar se diluyen en el agua llevándose consigo los esfuerzos y proyectos que arrastran otros tequieros que nunca serán pronunciados.
   Hay tequieros expeditivos que exigen una sola respuesta.
  También los hay verdaderos, tequieros que alumbran otros tequieros que permanecen y hacen crecer árboles sólidos de profundas raíces. Son pocos, huidizos y difíciles de encontrar.
   Hay tequieros solemnes, sociales, musicales, poéticos, irreales, modélicos…
                                                                                                                 Hay tequieros.

jueves, 22 de julio de 2010

El peor de todos, Paulino

   En su edición del 17 de julio, el diario EL PAÍS publicó una noticia con los resultados de un barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) sobre la valoración ciudadana de los diecisiete presidentes autonómicos. Según la muestra, Paulino Rivero es el presidente peor valorado por la ciudadanía y ocupa el último puesto de la fila.
   No puedo decir que esos datos me hayan sorprendido. Sorprende más que el actual presidente del gobierno de Canarias, a pesar de conocer el suspenso con el que los canarios valoramos su gestión, esté empezando a mover sus fichas para repetir como candidato de Coalición Canaria en las próximas elecciones autonómicas. Su ambición no tiene límites. Y sorprende aún más que tenga posibilidades de alcanzar su objetivo.
   De todas formas, me resulta descorazonador lo que se ha hecho en estas islas durante los últimos diecisiete años y lo que todavía se puede hacer con nuestra tierra. No deja de ser significativo que en todo ese tiempo, durante el que Coalición Canaria ha protagonizado la vida política en Canarias, no haya repetido ningún presidente. Primero fue Manuel Hermoso, luego Román Rodríguez, después Adán Martín y hoy Paulino Rivero. Alternancia de personas en el cargo que se viene repitiendo desde que el primero de ellos, allá por el año 1993, siendo vicepresidente, optara por dar un empujón fuera del terrero a quien era su socio en el gobierno, Jerónimo Saavedra. Y digo que es significativa esa sucesión de personas distintas porque no se ha dado en ninguna otra comunidad autónoma del estado. Si pensamos en otros territorios en los que en los últimos quince años haya gobernado la misma fuerza política comprobamos que lo normal es que una persona repita como candidato y presidente más de una vez. Pienso en Galicia, Extremadura, Cataluña, País Vasco, Andalucía y algunas otras. Son comunidades en las que un partido lleva mucho tiempo gobernando y una persona se distingue por abanderar esos proyectos. Podemos estar de acuerdo con esas personas y con esos proyectos o no, pero ahí están. Fraga en Galicia, lendakaris en el País Vasco que, aunque cambian, no lo hacen cada cuatro años, Jordi Puyol en Cataluña, Manuel Chaves en Andalucía, Ibarra en Extremadura, etc. Son personas que abanderan un proyecto y durante un tiempo lo escenifican, lo llevan a la práctica, lo dirigen. Es decir, que hay un proyecto. Y un proyecto de futuro, más o menos perverso, más o menos esperanzador, pero proyecto al fin y al cabo.
   En Canarias no. En Coalición Canaria nadie tiene un proyecto de futuro para estas islas y nunca lo ha habido. Jamás. Lo que hay son ambiciones personales porque Coalición Canaria nace de la conjunción de muchas ambiciones personales y empresariales. Lo que hay en Canarias son personas que cada cuatro años empiezan a dar codazos a diestro y siniestro buscando posicionarse en el primer puesto de salida para llegar a ser candidato a la presidencia y, pasado el trámite burocrático de las elecciones, presidente. Por eso en Canarias nadie abandera un proyecto. Porque no hay un proyecto político. Y las consecuencias de esto son muy graves. Las islas navegan a la deriva hacia un futuro político y económico que nadie sabe muy bien por dónde nos llevará y a dónde nos conducirá.
   Una de las consecuencias de esto (una de las muchas que se pueden desprender de esta situación) es la instrumentalización que esas personas hacen en beneficio propio de las administraciones públicas. Después de haber conseguido los apoyos necesarios para lograr ser candidato dentro del partido, quien consigue el nombramiento de presidente luego tiene que pagar esos favores prestados. Y una de las primeras formas de hacerlo es el reparto de los puestos en la administración. Después de cada elección autonómica, en el seno de la administración de la comunidad autónoma se produce un auténtico terremoto organizativo provocado por las destituciones de directores generales y altos cargos y los nombramientos de los nuevos. Unas veces el apoyo llega desde dentro de la propia Coalición Canaria a través de las islas más pequeñas. Entonces hay que repartir las consejerías entre esos aliados, y esta consejería, con todas sus direcciones generales es para los majoreros, y esta otra para los herreños, y para los palmeros estas direcciones generales y estas viceconsejerías. Para los conejeros y gomeros, como no apoyaron tanto, se quedan con sólo una o dos direcciones generales bajo la vigilancia de un consejero de la línea que sí apoyó. Otras veces el apoyo para ser presidente viene vía parlamentaria desde otro partido (como ocurre en la actualidad, porque Coalición Canaria ya es incapaz de aglutinar el apoyo masivo de la gente de la calle al haber perdido peso político elección tras elección), y entonces el reparto es entre partidos. Estas consejerías para ti y estas otras para mí. Y si a ese partido que apoyó no le interesa, por la razón que sea, una parte de una de las consejerías que le tocó en el reparto no pasa nada, se rompe la consejería y para ti este trozo, yo me quedo con el otro. Así, en más de una ocasión, al tomar posesión un gobierno en Canarias, las consejerías se rompen en cachos y se vuelven a armar, como si de un mecano se tratara, en función de los intereses partidistas, personales y empresariales de quienes se van a encargar de la gestión de la cosa pública durante los siguientes cuatro años.
   Y de esta manera, los directores generales, que debieran ser gestores acreditados de la cosa pública, pasan a convertirse en comisarios políticos nombrados en función de las prebendas políticas prometidas antes de las elecciones o después, si el gobierno es fruto de un pacto parlamentario. Y así se han dado casos en esta administración canaria nuestra de directores generales de transportes que son propietarios de grandes flotas de guaguas, o algún director general de agricultura propietario de grandes terrenos y de cultivos de viñas y plantones de viñas para vender. Es decir, personas con un interés empresarial directo sobre las competencias que debe gestionar desde la imparcialidad y con vocación de prestar un servicio público. Y así nos va.
   Con esta forma de actuar, durante estos diecisiete años la administración de la comunidad autónoma se ha ido pudriendo bajo la dirección de esta miríada de comisarios políticos más interesados en sus objetivos partidistas, personales o empresariales que en el bienestar de la sociedad canaria y su futuro político, social o económico.
   Y con esa gente ha tenido que lidiar durante todo este tiempo un colectivo de empleados públicos que, obligados a actuar con sujeción a las leyes, muchas veces se ven en la tesitura de enmendarle la plana a los directores generales, viceconsejeros o consejeros con informes técnicos que desacreditan proyectos que éstos quieren imponer aunque sean ilegales. Y ello es así porque la constitución establece que la ley regulará las garantías para la imparcialidad en el ejercicio de sus funciones del funcionario público. Esa imparcialidad se constituye, pues, en una garantía para los ciudadanos que, en última instancia, cuentan con empleados públicos que en ocasiones han de constituirse en dique de contención legal de las arbitrariedades de estos gestores políticos.
   Pero la cosa puede cambiar. Porque esos gestores, hartos ya de no poder instrumentalizar al cien por cien las administraciones públicas en beneficio propio, preparan hoy en Canarias un proyecto de ley de la Función Pública que, entre otras medidas, prevé la posibilidad de remover de su puesto al funcionario que no se pliegue a los intereses del político de turno a través de un mecanismo, denominado evaluación del desempeño, regulado de una forma tan vaga y abstracta que permite apartar de su puesto a un funcionario sin sujeción a un procedimiento objetivo y transparente (prácticamente a voluntad), además de prever, ese mismo proyecto, la generalización de la libre designación como procedimiento de asignación de puestos funcionariales. Es decir, el político podrá decidir asignar un puesto a un funcionario a dedo y a dedo quitarlo si no hace lo que le pide para poner a otro en su lugar que sí lo haga.
   Se trata de algo parecido a lo que se ha hecho con la norma que regula el catálogo de espacies protegidas en Canarias, que podrá desproteger especies en función de los intereses de quien gobierna (ahora, Coalición Canaria). Pues eso que hicieron con el medio ambiente para favorecer la puesta en marcha de proyectos como el puerto de Granadilla, pretende hacerlo ahora en la función pública para apartar sin mayores problemas al funcionario que se empeñe en respetar la legalidad vigente para informar negativamente cualquier proyecto personal, político o empresarial de quien esté al mando en ese momento. Digámoslo claro, se quiere facilitar, con este anteproyecto de ley de la función pública, la instrumentalización de las administraciones públicas en beneficio propio.
   Y Paulino Rivero, aprovechando la decadencia cuasi mortal en la que se encuentra Coalición Canaria, que lanza sus últimos estertores como partido político, quiere aprovechar la ausencia de un competidor o competidora en la organización para postularse nuevamente como candidato a la presidencia del gobierno de Canarias y, de esta forma, garantizar dos cosas (entre otras): que la ausencia de proyecto sigue dirigiendo nuestro futuro y la continuidad de una sistema que sacrifica lo público en beneficio de lo privado. Y ello sin importarle un comino que la ciudadanía canaria le haya sacado los colores valorando su gestión como la peor de todas.
   Paulino quiere seguir siendo el último de la fila cuatro años más. Y a Canarias que le den.

jueves, 8 de julio de 2010

Examen de sobresaliente... o más


   Sin comentarios

Es el mar




   Probablemente fue la luz del mar lo que primero me hizo soñar al poco de nacer.
   El mar ha estado siempre acompañando mi andar por la vida con paso firme por momentos, vacilante casi siempre.
   Es el mar, depositario de mis secretos, recibidor de muchos de mis grandes momentos de relax y recipiente en el que verter lágrimas, más amargas y saladas que sus aguas, y alegrías. Las mismas lágrimas y las mismas alegrías que siempre me devuelve y arrebata.
   Es el mar el que guarda mis ausencias cuando no estoy, y la primera cita a la que acudo en mi regreso.
   Es el mar la puerta abierta que me invita a cruzar sus fronteras para descubrir los mundos y realidades de sus otras orillas.
   Es el mar, con su voy y vengo y vuelvo a ir, una metáfora de la vida misma que me balancea en su vaivén.
   Es el mar el compañero imperturbable que no me ríe las gracias ni me llora las desgracias. El que simplemente está. A veces con esa luz fría como la muerte, a veces cálida como una emoción. Cruel y tierno. Verdugo y hospitalario. Amenazador, tentador. El que sabe ser duro como el acero y blando como una caricia.
   Es el mar mi lugar común en el que estás y no estás, en el que me pierdo y me reencuentro. Es el mar que sabe ser, que sabe hacerme y deshacerme.
   Es el mar.

jueves, 1 de julio de 2010

Huelga en el metro de Madrid

   Estos días ha sido noticia la huelga que han llevado a cabo los trabajadores del metro de Madrid por el recorte de salarios que la comunidad les ha impuesto. Y lo más suave que se ha dicho de esta medida drástica es que se trata de una huelga salvaje. 
   De los medios de comunicación que he consultado al respecto, ninguno escapa a ese calificativo. El País, Público, El Mundo, informativos televisados, periódicos digitales… Todos parecen haberse puestos de acuerdo en tildar de salvaje la huelga protagonizada por estos trabajadores.
   Tiempos difíciles son estos que vivimos. Quizá sea el estilo de vida que nos impone esta sociedad tecnológica que hemos construido. Tal vez, el ritmo acelerado en el que estamos sumergidos en nuestra vida diaria. Lo cierto es que parece que nos hacemos inmunes a la empatía y estamos perdiendo la capacidad de ponernos en el lugar del otro. Si algo nos molesta o nos estorba echamos pestes del causante de la molestia sin pararnos a mirar más allá de nuestra propia satisfacción.
   Es curioso que en estos casos (pues no es la primera vez que una huelga secundada de forma mayoritaria por un colectivo de trabajadores es tachada al instante de salvaje) quien carga contra los trabajadores nunca habla de servicios mínimos salvajes, ni de estrategias empresariales salvajes, ni de despidos salvajes. Porque salvajes son los servicios mínimos que la comunidad de Madrid decretó para esta movilización con un único objetivo: desnaturalizar el derecho de huelga, vaciarlo de contenido, desarmar al colectivo. En definitiva, vulnerar el derecho de huelga.
   Y qué quieren que les diga. A mí me parece bien que de vez en cuando alguien dé un puñetazo en la mesa cuando se le arrebatan sus derechos. Y si ese puñetazo en la mesa entorpece el normal desarrollo de la vida en una ciudad como Madrid, me parece loable y admirable la valentía de quien lo da. Porque no olvidemos que lo que han hecho los trabajadores al no respetar los servicios mínimos en su primer día de huelga es nada más y nada menos que, en los tiempos que corren, poner en la picota sus propios puestos de trabajo para que toda la sociedad se entere de la injusticia que se quiere cometer con ellos. Que levante la mano quien tenga un trabajo fijo hoy día y esté dispuesto a hacer lo mismo. Chapó por ellos.
   Pues que se recurran los servicios mínimos, dirá quien de esto entienda un poco. Vale, se recurren. ¿Y de qué sirve? Dentro de dos o tres años un tribunal de justicia da la razón a los trabajadores y dictamina que aquellos servicios mínimos vulneraron el derecho de huelga. La comunidad se pasó de la raya y coartó el ejercicio efectivo del derecho de los trabajadores.  Pero no se exige responsabilidades a nadie. Ni a quien redactó el decreto, ni a quien lo firmó, ni a quien, en última instancia, es máximo responsable: quien preside la comunidad de Madrid. En este caso, Esperanza Aguirre. Aquí no ha pasado nada.
   Y a cuenta de esta acción reivindicativa, los medios de comunicación no sólo han hecho correr mucha tinta para describir como viles bandidos a los trabajadores sino que también se han prestado a ser voceros de las opiniones de la gente… que está en contra de la huelga. Y ahí están las declaraciones de una ciudadanía anónima que se convierte en protagonista por un día para arremeter contra estos malvados que me han hecho perder una mañana de trabajo, que me han obligado a estar más de una hora en una parada de la guagua, que me han hecho perder la hora en la peluquería de mi perrito, míralo qué lindo. En toda esta amalgama de declaraciones no podía faltar uno de los argumentos más socorridos estos días: pero, ¿de qué se quejan? ¿De que les recortan el sueldo? Pero si son unos privilegiados por tener un trabajo fijo.
   Privilegiados.
   Sinceramente, empieza a aterrarme ese discurso. Porque muy poca gente parece darse cuenta de la mutación que refleja, de lo que subyace en el fondo. En esto de la globalización de las políticas y filosofías neoliberales que poco a poco están impregnando nuestra cultura, nuestra forma de pensar y de vivir, nuestras ideologías, creo que pocas cosas satisfacen más a los adalides de esta nueva realidad que el hecho de que se vea como algo normal y natural la transmigración de los derechos en privilegios, la metempsicosis que tiene lugar tras la muerte de los derechos, cuya alma se reencarna en privilegios.
   Pues yo me niego a eso. Me niego a admitir que los derechos hayan muerto. Trabajar, tener un puesto de trabajo, no es un privilegio, joder. No lo es. Trabajar es un derecho. Así está reconocido en el artículo 35 de la Constitución, esa norma de la que nos acordamos cada 6 de diciembre y que es la gran olvidada los otros 364 días del año (y no es que yo me considere un gran defensor de ella, pues creo que debiera recoger otros derechos que no regula). Si hoy ese derecho está siendo desnaturalizado por una situación económica que destruye puestos de trabajo (y otros derechos), lo que tenemos que hacer es alzar la voz en defensa de nuestros derechos antes de que acaben cayendo en el olvido para regocijo, y en beneficio, del gran capital (hacía tiempo que no usaba esa expresión). No caigamos en la trampa de convertirnos en la primera línea de defensa y ataque de quienes quieren convertir nuestros derechos en privilegios. Porque los privilegios no se exigen, se mendigan. Y los derechos nos han costado siglos de luchas poder conquistarlos.
   El trabajo no es un privilegio, es un derecho. La sanidad pública no es un privilegio, es un derecho. La educación pública y gratuita no es un privilegio, es un derecho. Los servicios sociales no crean privilegios, crean derechos.
   Empecemos a pensar en estos derechos como dádivas que el estado nos da porque somos buenos, o porque la administración es así de generosa, y no tardará en llegar el día en que surgirá el discurso de que las administraciones públicas no pueden hacer frente a todas esas prestaciones, en que nos argumenten que es la iniciativa privada, previo pago de un justiprecio, quien debe hacerse cargo de esos servicios. Entonces, los servicios públicos que hoy ampara el estado del bienestar pasarán a ser prestados por empresas privadas sólo a quienes tengan el poder adquisitivo necesario para costeárselos. Entonces, los derechos, definitivamente, se habrán convertido en privilegios… ¿Pero qué digo llegará el día? ¿No es eso lo que está sucediendo ya?
Da grima pensar que en el futuro, en las clases de historia, se estudiará la época del auge de los servicios públicos y los derechos en el siglo XX como algo ya superado. Y habrá historiadores que analizarán lo sucedido y dirán que todo empezó cuando alguien dijo que los empleados públicos, o los trabajadores del metro de Madrid, o las trabajadoras de Mercadona, o los trabajadores de Leroy Merlin, o los de Renfe, o los de telefónica, o los de la banca, o cualquier trabajador, en fin, que tenía un puesto fijo, eran unos privilegiados porque tenían un trabajo.

Campanas bajo el agua

Sólo los nacidos en sábado pueden oír el sonido de las campanas bajo el agua.
 
Foto de una presentación de Helen Acosta, artista originaria de Arucas y afincada en Alemania.
Un beso, Helen.

domingo, 27 de junio de 2010

Manifestación 26 de junio de 2010 en Tenerife

   Las calles de Santa Cruz de Tenerife fueron el escenario ayer, 26 de junio, de una manifestación convocada por la plataforma Ya Está Bien bajo el lema En defensa de nuestra tierra, los servicios públicos y los derechos laborales.
   A la convocatoria, que partió del Parque de La Granja y terminó ante la sede de presidencia del gobierno canario, acudieron diversas plataformas y colectivos ciudadanos, así como sindicatos y partidos políticos con el objetivo de volver a hacer sonar en la calle la voz de esas luchas que continúan una labor diaria y tenaz sin llamar la atención de unos medios de comunicación más preocupados por estar a bien con las autoridades políticas que reflejar en su trabajo las múltiples realidades que vivimos en nuestra tierra.
 

   El puerto de Granadilla, la defensa de la biodiversidad de nuestra tierra, el tren del norte, el rechazo al anteproyecto de ley de la Función Pública, la defensa de la calidad de los servicios públicos, de la sanidad, de la educación, la protesta por la reciente reforma laboral, la reivindicación de una huelga general, el no al Plan General de Ordenación de Santa Cruz, etc., fueron la voces que recorrieron las calles llamando la atención sobre el sinfín de desmanes que las autoridades planean para hipotecar el futuro de Tenerife y de Canarias.
   Desde mi punto de vista, la convocatoria era una buenísima, y necesaria, oportunidad de sacar a la calle a una cantidad ingente de personas que a buen seguro optan por la defensa de nuestro territorio y de los servicios públicos. Pero fuimos pocos los que ayer nos vimos y coreamos los gritos de protesta. Y creo que ello se debió a fallos cometidos en la forma de llevar a cabo la convocatoria.

   Esta crítica fraternal la hago desde el convencimiento de que actos como el de ayer son más que necesarios en Canarias, no sólo en Tenerife. Pero creo que se está confiando demasiado en las nuevas tecnologías y estamos dejando de lado la forma tradicional de hacer las cosas.
   Durante los últimos diez días he recibido multitud de comunicaciones sobre la manifestación a través de facebook y de mi correo electrónico. Esa labor informativa quizá nos despistó y pensamos que hacíamos bien las cosas. Pero lo cierto es que no todo el mundo está en facebook ni todo el mundo tiene correo electrónico, o no hace un uso diario de él. No podemos dejar exclusivamente en manos de esos instrumentos una convocatoria como la de ayer. En el cartel anunciador de la manifestación eché de menos a muchas organizaciones. ¿Dónde estaban sindicatos como Intersindical Canaria? ¿Y Sí se puede? ¿Y partidos políticos como Alternativa Nacionalista Canaria o Alternativa Popular Canaria? ¿Y la multitud de plataformas vecinales y de pueblo que se organizan aquí y allá por toda la isla de Tenerife?

   Estoy convencido de que si no estaban no es porque no estuvieran de acuerdo con la convocatoria o su contenido. Me inclino a pensar más bien que no se entró en contacto con ellos por parte de los convocantes. Mi hipótesis es que no se llevó a cabo un trabajo de patear las calles y los pueblos, que no se hizo la tarea tradicional de pegar carteles en todos los rincones de nuestra tierra, dar a conocer a todo el mundo la convocatoria en la calle. En los ordenadores también, pero no sólo en ellos. No olvidemos la calle. Nunca. Se tenía que haber entrado en contacto con todas esas plataformas, sindicatos, partidos políticos, implicarlos en la convocatoria. En estos casos también hemos de tener olfato mercadotécnico y publicar faldones en las páginas de los periódicos costeados entre todas las organizaciones implicadas. Ese gasto, repartido entre todos, estoy convencido de que no está fuera de nuestro alcance.