miércoles, 18 de mayo de 2011

Total. ¿Para qué?

    En este mundo nuestro que nos hemos dado, la sobrevaloración se ha convertido en principio vital. Se sobrevalora el amor, y así nos va. Se sobrevalora el dinero, y hemos dado al poderoso caballero auténticos tintes de deidad. Se sobrevaloran hasta los principios (empezando por el de sobrevalorar) y nacen a su sombra los monstruos de los fundamentalismos. Incluso la vida, en estos tiempos que corren, se tiende considerar un valor absoluto que hay que defender por encima de cualquier otra consideración. Y no digo que no. Si no es por decir que no. Pero, ¿vida? ¿Para qué? ¿Para pasarse la mitad de ella buscando la forma vivir y, cuando se le encuentra el sentido (para aquellos afortunados que lo encuentran), llega el momento de la despedida?
    Nos pasamos gran parte de nuestra andadura intentando descubrir quiénes somos, con quién queremos estar, qué queremos hacer, y las más de las veces no alcanzamos a arañar la superficie del sentido de vivir. Si descubrimos a la persona amada siendo un veinteañero, no caemos en la cuenta de que tendremos por delante una enorme cantidad de lustros para darnos cuenta de que, a quien quisimos amar, un día desapareció y pasó a ser esa incógnita que duerme a nuestro lado. Que dé un paso al frente el afortunado que, sin ningún tipo de duda, haya encontrado lo que siempre quiso y sigue deseando hacer. Con los dedos de una mano. La humanidad es muy grande, demasiado, y estoy seguro de que son más los que echan peste de la mierda de vida que les ha tocado vivir.
    Frente a esto, el viejo eslogan de vive despacio, muere viejo y deja un bonito cadáver, no nos engañemos, está bien para las estrellas del rock, esos niños de papá agraciados con el toque divino de Midas el desgraciado. A la mayoría de nosotros mejor nos iría si viviéramos deprisa y muriéramos cuanto antes. Alcemos la voz para defender la infancia, esa etapa de la vida en la que no tenemos ni idea de responsabilidades y corremos por el mundo de Bambi, ese gran filósofo. Vivamos la adolescencia desde la inmortalidad que la caracteriza, disfrutando del sexo todas las veces que nos dé la gana en una noche, sintiendo que la vida está para comérsela, como la vecina del quinto. Pero no más allá de los veinticinco. No merece la pena.
    El día que te levantes de la cama y te digas a ti mismo que debes sentar la cabeza, amigo mío, ha llegado el momento. La vida te habrá atrapado entre sus garras. Mi consejo: un buen chute triple de heroína en vena y a vivir, que son dos días.

1 comentario:

  1. ,total para que sigas escribiendo , total para que yo te siga leyendo , total para juntarse con los amigos ,total por mi ,total por nosotros
    total para intentar ser feliz , total para vivir , ¿¿¿te parecen pocos los totales??

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