miércoles, 6 de abril de 2011

Tokio dice no a Kioto


   Hasta ahora he resistido las ganas de escribir algo sobre el asunto. Pero hasta aquí he llegado. Y lo había hecho porque considero que con el maremágnum de noticias, comentarios y opiniones que desde el once de marzo ha llovido sobre los medios de comunicación de todo el mundo, no consideraba que pudiera decir nada nuevo y original. Pero, como digo, hasta aquí he llegado. Vaya por delante mi cariño y mi solidaridad con el pueblo japonés por la que está pasando en estos momentos. Y por la que le espera. La foto de la cabecera (creo que es de Reuters) me resulta muy ilustrativa. Mucho se ha hablado del estoicismo del pueblo japonés, pero la procesión no siempre va por dentro.
   Me jode decir ya te lo dije. Pero es que lo hice. En una entrada anterior del blog, Una cuestión nuclear, el 25 de agosto de 2010. Dije entonces que no me compensan el riesgo de la energía nuclear los beneficios que reporta. Porque cuando algo puede ir mal da igual las medidas de seguridad que se tomen y el tiempo que pase. Tarde o temprano la cosa se pone chunga de cojones. Y se ha vuelto a poner jodida. Un terremoto, un tsunami y unos plomos que se funden están en la causa de todo: explosiones en los núcleos de la central y fugas de gases y líquidos radiactivos. La cosa pinta mal. Fatal. Ya llegarán los tiempos de evaluar el impacto que el desastre tiene y tendrá en la zona y en el medio ambiente global. Por ahora sabemos lo de las fugas, y lo del agua radiactiva que durante no se sabe cuántos días ha estado derramándose al mar con una radiactividad siete millones y media de veces más alta de lo recomendable, sea lo que sea lo que se quiera decir con eso de recomendable. Sabemos también de toda la radiactividad que se ha liberado por las explosiones de hidrógeno en los núcleos de Fukushima. Y sabemos que los técnicos llevan semanas inundando con agua de mar esos núcleos en un intento desesperado por enfriarlos y evitar que se fundan o, peor aún, que exploten. Ahora, esos mismos técnicos tienen que vérselas con el problema de qué hacer con toda esa agua, y dicen que no queda otra que volcarla (envolcarla, que dirían en mi tierra) en el mar, pues nadie pensó, cuando corrían de un lado a otro con las manos en la cabeza, que si se hurta el agua a los meros, a los sargos hay que devolverla. Con lo cual, el panorama de futuro es negro. O bien, brilla en la oscuridad.
   Por de pronto, una zona del país parece que quedará cerrada al tránsito y sus habitantes tendrán que buscarse la vida lejos. Queda por determinar el área de esa zona. Y los mares que la circundan puede que se vuelvan verde fosforito; y los pescados, con tres colas y cinco ojos. Los que acaben con doble aparato reproductor, eso que ganan. Pero que nadie se los coma, ni humano ni animal, porque tendrá problemas quien lo haga.
   No. Repito que el discurso que sostiene que la energía nuclear es segura no garantiza que no existe ninguna circunstancia o combinación de ellas que pueda dar lugar a una catástrofe de dimensiones mundiales. Primero fue en Estados Unidos, luego en Ucrania, y ahora en Japón. La energía nuclear es una espada de Damocles que pende sobre nuestras inconscientes cabezas, y ya tenemos pruebas de que, a veces, el filo de la hoja acaba por cortarnos las orejas. Tarde o temprano acabará por cortar cabezas.
   Hace diez días se anunció en Europa que las centrales nucleares serían sometidas a pruebas de resistencia que ayuden a descubrir sus puntos débiles, y las que no pasen las pruebas serán cerradas. Al margen de que ya no se habla del asunto, ¿es que reconocemos ahora que esas instalaciones pueden tener puntos débiles? ¿No nos decían que eran seguras?
   Por favor, basta ya de oscurantismo, noticias incompletas y medias tintas. La energía nuclear no es segura. No nos tomen más el pelo, y no sigan poniendo en peligro nuestra supervivencia y la del planeta. O nos concienciamos de la necesidad de efectuar profundos y radicales cambios en la forma de producir energía o la vamos cagar. Fijo.
   Me acabo de comprar un disco de Mago de Oz, Atläntia-Gaia III (qué gran grupo). Al comienzo del disco se oyen fragmentos de noticias radiofónicas que tienen que ver con algunos desastres pasados. Y una voz que dice que, según unos estudios,  todas las hormigas del planeta pesan lo mismo que la humanidad. Su desaparición supondría un desastre ecológico comparable a la extinción masiva causada hace sesenta millones de años por la caída de un meteorito en el planeta. Si la humanidad desapareciera no pasaría absolutamente nada, pues nos hemos convertido en una especie que no aporta nada al medio ambiente. Sólo gasta y consume (gastamos y consumimos). Inquietante, sea real o no (lo de que las hormigas pesan lo mismo que nosotros).
   Y hoy me he enterado de que, dada la actual situación, Tokio ha anunciado que no cumplirá con sus compromisos de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. No sé si captan la paradoja del anagrama. Tokio no cumplirá con Kioto.

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