sábado, 16 de abril de 2011

¿Dónde estás, Robin Hood?

   Pues sí. ¿Dónde estás, Robin Hood? 
   Me gustó la última frase del bloguero analógico orotavense. Y me hizo reflexionar. Cuánta falta nos hace, pensé, un nuevo Robin Hood que, desde su escondrijo en un moderno bosque de Sherwood, planifique ataques a los poderosos para paliar la situación de los débiles. Más en los tiempos que corren, en los que esos poderosos engordan más y más a costa de la bajada de peso de la mayor parte de la población mundial.
   Pero tiré de empatía, me metí en la piel de ese nuevo Robin de los bosques, y me entró un vértigo de narices. Echando cuentas, para aliviar la presión de la ingente masa de desposeídos que deambulan en nuestras sociedades modernas, Robin Hood debería reclutar un ejército casi imposible para poder dar sus golpes solidarios; y no digo ya la enorme maquinaria que sería necesaria para llevar a cabo el empaquetado y la distribución de esas ganancias. Ni la más desarrollada de las oenegés podría garantizar el éxito de la misión. Piénsenlo. Ahora un golpe a los malnacidos de Telefónica, que un día anuncian el despido del 20% de la plantilla y al siguiente el aumento de sueldo de sus directivos. Luego tocaría desvalijar las arcas del Fondo Monetario Internacional y de los grandes bancos y corporaciones financieras del mundo (que son unas cuantas). Más tarde, colarse en los países petroleros para robar las ganancias obtenidas con la extracción del oro negro. Localizar las grandes explotaciones mineras (oro, plutonio, uranio, coltán, diamantes y esmeraldas de sangre...) y guardar en una descomunal cueva de Alí Babá todo ese material. En cuanto al plutonio y al uranio, mejor dejarlos donde están y no tocarlos, que a esos materiales los carga el diablo.
   Y una vez se tenga a buen recaudo el botín, comenzar, como digo, la distribución. Pueblos del Tercer Mundo, masas obreras castigadas por las crisis en todos los países, legiones de esclavos por liberar... ¿Cómo hacerlo? Misión imposible.
   Entonces se me ocurrió que a grandes males, mayores remedios. Y a problemas nuevos, estrategias originales. Ese Robin Hood debería replantearse su trabajo y hacer las cosas al revés. En lugar de robar a los ricos para repartir entre los pobres, bien podría robar a los pobres y repartir entre los ricos. Barrunto que ahí puede estar la solución. Cambiar el sentido de la acción y el objeto de los ataques.
   Robin Hood tendría, entonces, que introducirse subrepticiamente en la casa de los pobres para robarles un poco de su dignidad; localizar las redes de solidaridad que siempre han existido entre los más necesitados y robarles una pizca de ese espíritu solidario; llegarse hasta las culturas que aún quedan en nuestro planeta con un modo de vida natural y sostenible en su relación con el medio ambiente para arrancarles un trozo de esa sabiduría sostenible y de respeto a la naturaleza; aprender a escuchar a muchas mujeres para hurtarles una buena cantidad de valores femeninos; meterse en las cordadas de esclavos para agenciarse unos cuantos kilos de ansias de libertad y progreso; acudir a los yacimientos de vergüenza que aún quedan entre las personas y hacer acopio de ese sentimiento sonrojante... Y bien pertrechado con esas nuevas armas de destrucción masiva, llegarse hasta esos hijos de puta que se enriquecen con la desgracia de los demás y van destruyendo a pasos agigantados el planeta (vamos destruyendo), a esos malnacidos que sólo piensan en la mayor ganancia en el menor tiempo posible, a esas hordas de sinvergüenzas que usan la política para satisfacer sus intereses personales y empresariales, y darles un baño de dignidad, de solidaridad, de sostenibilidad, de valores femeninos, de espíritu libertario, de vergüenza (propia y ajena) para que las cosas empiecen, de verdad, a cambiar en esta mierda de sociedad.
   ¿Por dónde andas, Robin Hood?

3 comentarios:

  1. Acá, en Argentina, teníamos un Robin Hood, o algo similar. Raúl Castells. El tipo se imponía ante empresas como Mc donalds, por ejemplo, exigiendo que alimentente a todas las personas que llevaba consigo que pasaban hambre, con excelentes resultados, excepto por todas las veces que estuvo injustamente preso. Hace tiempo que no lo hace. No sé qué le pasó, pero no se lo ve en acción hace varios años. Una pena.
    Muy buena nota, me encantó la vuelta que le diste con el sentido inverso de un personaje tan conocido como irreal. Lo preocupante sería ver qué harían los ricos con dignidad... Quizá la jugarían a la ruleta en una noche de derroche.
    Beso grande!

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  2. ¡Cuántos Raúl Castells harían falta en estos tiempos! Él, al menos, era real.
    Me inquieta tu comentario final. ¿Y si tienes razón? ¿Y si utilizan la dignidad, la vergüenza y todo lo demás para hacer más negocios? Me da repelús pensarlo. Tú siempre tan incisiva. No cambies.
    Gracias.
    Besos a ti también.

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