jueves, 19 de enero de 2012

Realidades laterales


Hoy me apetece algo diferente. Me apetece abandonar los caminos trillados y explorar el campo a través; darme la vuelta y contemplar el tramo ya recorrido desde otro punto de vista. Hoy quiero acompañar a Alicia en su excursión al otro lado del espejo, visitar universos nacidos del hastío que anhela una salida a esta realidad nuestra que ya no estimula. Hoy quiero fabular el revés de un mundo poco dado a la imaginación.
Qué aburrida me resulta la lectura de los periódicos a este lado de la realidad y me pregunto cómo sería vivir una existencia opuesta en la que una mañana nos levantáramos y, a la hora del café, leyéramos en primera página que el juez que destapó una trama de corrupción política y se propuso enchironar a los sinvergüenzas que arramblaron con decenas de millones se viera, a su vez, acusado por éstos y arrojado al banquillo de los acusados por tener los arrestos y la osadía de defender la gestión honrada de la res publica frente a quienes la ordeñan como propia. O que ese mismo juez quiso un día restañar heridas y sorber lágrimas indefensas para devolver a las familias los cuerpos y el recuerdo de los asesinados en una guerra que llegó a ser santa, y los verdugos de entonces, o sus descendientes ideológicos, lo llevaron a juicio por su empeño. Cómo sería entonces si los tribunales se prestaran a este retorcido juego y consintieran en acusar al acusador, retirarle sus funciones y convertirse en carpinteros de la infamia para levantar cadalsos de locura.
Cómo sería nuestro mundo si un candidato a presidente del gobierno jurara y perjurara ante la ciudadanía que, teniendo muy claro lo que hay que hacer para sacar al país de la crisis, jamás consentiría en subir unos impuestos que ahogarían a las clases medias y trabajadoras y lastrarían los tobillos del futuro económico hundiéndolo en la depresión. Cómo sería, digo, si esas mismas personas, por un suponer, una semana después de ganar las elecciones y constituirse en gobierno defensor de la austeridad y azote del despilfarro, esquivando la mirada directa de los afectados, subiera esos mismos impuestos a la mayoría silenciosa de la población con el argumento de que la cosa está jodida.
Cómo sería, en fin, vivir en un mundo en el que los malabaristas que manejan los destinos de las finanzas e inversiones internacionales convinieran en resucitar el golem de la crisis económica para sumar miles de millones a sus beneficios y socavar el bienestar de quienes acabarán pagando los intereses del desahucio.
Lo sé, debo de estar muy aburrido y me dejo llevar por ensoñaciones de realidades laterales ante la escasez de pensamientos laterales. Me surgen entonces ideas absurdas e imposibles, me asaltan sinsentidos que traspapelan la cordura en esta vorágine de sinvivires que habitamos. Son las ganas, que no cesan.
Alicia sostiene mi mano y me mira. Yo le sonrío, pero ella aprieta los labios y encoge los hombros. Qué raro eres, dice.

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