miércoles, 24 de octubre de 2012

«Yo confieso», de Jaume Cabré


Muchas veces me ha ocurrido que me tropiezo con un libro que me entretiene y hasta llega a emocionarme un poco. Sólo un poquito. Y eso está bien.  Otras muchas, el libro entretiene pero no emociona. Lo que también está bien, aunque no tanto. Menos veces ocurre que un libro me atrapa en su historia al mismo tiempo que me emociona hasta tal extremo que, al llegar al punto final y cerrarlo despacio, siento que al fin puedo volver a respirar con libertad. En estos casos, la historia sigue bullendo en mi cabeza, nadando en los sentimientos que me provocó y sus personajes pasan a formar parte de mi imaginario literario. Y eso está muy, pero que muy bien. A veces, el libro ni me entretiene ni me emociona, y acabo luchando con él por un prurito mal entendido de orgulloso lector, cuando lo que debería hacer es tirarlo indolente a la basura sin ningún tipo de miramientos. Con tu pan te lo comas, querido escritor de pacotilla. O escritora, que también se da el caso.
Pero pocas, muy pocas veces, ocurre que un libro me arrastra en su magia y su literatura llegándome directo al corazón y al cerebelo a un tiempo, pasando por el píloro. Y es más raro aún que eso me ocurra con un escritor del que no sabía ni que existía. Y entonces lo flipo. Son esos libros que me abordan en una librería y llaman mi atención sin una causa aparente. Me salen al encuentro como una piedra en el camino que me hace trastabillar.
Y eso me ha vuelto a suceder. Y no en una librería esta vez. Como cada mes, o cada dos meses (o cada tres, no lo sé; creo que soy el peor socio), hace unas semanas me detuve un rato a mirar la revista del Círculo de Lectores dispuesto a elegir algo al azar. No sé si fue la portada, en la que un niño se esfuerza de puntillas por coger un libro del anaquel de una enorme estantería repleta de libros (o quizás no lo coge, sino que intenta encajarlo). Tal vez fue el texto que en la revista acompañaba, a modo de sucinta reseña, la oferta del libro. Lo cierto es que no tenía ni idea de quién era Jaume Cabré y nunca había oído hablar de su novela «Yo confieso», pero hice el pedido.
Siete años tardó el escritor catalán en escribirla. Ahora sé que también ha escrito «Las voces de Pamano», «La sombra del eunuco» o «La telaraña», entre otras novelas. O los libros de narraciones «Viaje de invierno», «Bajo continuo», «Libro de preludios» y «Tocan a muerte». «La materia del espíritu» y «El sentido de la ficción» son dos ensayos del autor, que se ha aventurado también en el mundo del teatro con «Lluvia seca», y en el de la literatura infantil («El hombre de Sau», «El año del Alción» y «El extraño viaje que nadie se creyó»).
Todo un escritor del que lo desconocía todo y del que pronto espero comprar y leer más obras suyas. Porque después de «Yo confieso» es lo que me pide el cuerpo y el alma.
Y si de confesiones hablamos, confieso que cuando cerré el libro después de llegar a la última frase lo sostuve en mis manos, respiré hondo y me dije yo quiero hacer esto. Porque cuando acabé la lectura ya no estaba en ningún sitio. Y porque, como las estirpes condenadas a cien años de soledad, que no tienen una segunda oportunidad sobre la tierra, este libro me llegó tan profundo y me tocó casi las mismas teclas emocionales que «Cien años de soledad», con el valor añadido de que García Márquez lo hizo cuando yo tenía dieciséis años, una edad en la que las emociones brotan con suma facilidad, y Jaume Cabré lo ha hecho a estas alturas, cuando las cicatrices y los callos de la vida me hacen ver (o no querer ver) las cosas desde otro lado. Por aquello de ir y volver, y volver a ir para volver a volver, ahora reconvertido. Por aquello de que no podemos usar dos veces el mismo móvil. O el mismo ipad.
En la novela, Jaume Cabré nos cuenta la historia de un violín con nombre propio, desde la semilla del árbol que dará la madera con la que se fabricará en el siglo XVIII, hasta su encierro en la caja fuerte de un despacho (que es también un protagonista más de la historia) por los crímenes que se cometieron en su nombre. Nos introduce en una reflexión acerca del mal que forma parte de los cimientos sobre los que se ha construido occidente y la actual Europa, desde la Inquisición hasta la solución final nazi. Reflexiona sobre filosofía y arte (¿El poder del arte reside en la obra, o bien en el efecto que produce en la persona?), sobre ambiciones, traiciones y crueldades.
Adrià Ardèvol, el protagonista, nace en una cenicienta Barcelona de la posguerra, y su niñez transcurre entre un padre que quiere hacer de él un lingüista y paleógrafo reputado y una madre que sueña con convertirlo en un virtuoso del violín. Entre uno y otra, Adrià crece y se desarrolla intelectualmente en una familia carente de besos y caricias para él, llega a dominar más de diez lenguas, entre vivas y muertas, y se convierte en un erudito, profesor universitario, pensador de fama internacional, coleccionista impulsivo como su padre, amigo de Bernat y poseedor de un violín muy particular.
Pero por encima de todo, Jaume Cabré nos cuenta la apasionada historia de amor que la realidad hurtó a Adrià Ardèvol y a Sara Voltes-Epstein, quienes, desde una recíproca e impuesta incapacidad de amar, no supieron o no pudieron vivir su profundo enamoramiento. «Yo confieso» es una impresionante carta de amor de casi ochocientas cincuenta páginas que Adrià escribe a Sara para no olvidar cuando ya sabe que sí olvidará.
Para construir este puzle de piezas históricas que van encajando a golpe de saltos de un siglo a otro, del XIV al XX, de la posguerra española a las dos guerras mundiales, de una época a otra, sin un orden aparente y sin previo aviso, Jaume Cabré utiliza a un narrador que pasa de la tercera persona a la primera en el mismo párrafo, en la misma frase, después de una coma; aprovechando un comentario, una palabra, un pensamiento, para volar a otro tiempo. Construye con su literatura un laberinto en el que por momentos sentimos que nos perdemos hasta que la salida se nos ofrece en el momento oportuno; nos presenta personajes que despiertan nuestra curiosidad y a los que llegamos a amar u odiar. Después de tanto vaivén, consciente de que se acaba el tiempo, el narrador acelera su narración en las últimas páginas hasta un final intemporal, como la muerte misma, que me dejó en el ánimo ese viejo regusto de joder, se acabó.
Ahora contemplo la foto de la cubierta del libro intentando recordar lo que sentía al verla cuando aún no lo había leído y descubro que no lo recuerdo. Porque ahora veo a Adrià encaramado, a su padre, a Sara, a su amigo Bernat, al violín... A Matthias Alpaerts y a su suegra tosiendo... A Lola Xica... A Laura... Al Obersturmbannfürher Rudof Höss y la madre que lo parió, a él y a todos los demás... Al sheriff Carson escupiendo tabaco en el suelo y a Águila Negra, el valeroso gran jefe arapaho. Jau. Y le pido a Sara que comprenda, por favor, trata de comprender. Aunque sé que ya no sirve de nada.
Qué gran novela. Una gran obra.
Volveremos a vernos pronto, don Jaume.

7 comentarios:

  1. Buenas noches, amigo.
    Yo confieso que no he leído parte de tu entrada porque quiero leer ese libro, pero a ciegas, sin pistas.
    Y confieso que me admira cómo has descrito esa relación lector-libro, porque así es realmente. Y confieso que cuando un libro nos llega, así, de esa manera (eso lo dice una canción ¿no?), es cómo si se quedara a vivir en nosotros.
    Gracias por compartir tus descubrimientos y gracias por compartir tu escritura.
    Un abrazo.

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  2. Hola, amiga.
    En mi entrada intenté no decir mucho sobre el contenido del libro, pero reconozco que tal vez se me haya ido la mano y diga sin decir. Entiendo que no hayas querido leerla entera. A mí me hubiera pasado lo mismo. Si te decides a leer el libro, sólo te digo que pudiera parecer complicado al principio, pero si lo sientes como yo, poco a poco te irá cautivando. Sí, tienes razón, «Yo confieso» se ha quedado a vivir conmigo. Justo en estos momentos lo tengo delante, junto al teclado de mi ordenador, pues aún no me he decidido a encontrarle su hueco en la biblioteca.
    Espero que lo disfrutes.
    Otro abrazo para ti.

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    1. estoy de acuerdo con todo lo que dices Miguel Angel Vargas, todo lo q escribe, es impresionante, yo tb lo he descubierto hace poco y tengo sus libros anotados para leerlos. Ahora estoy con las Voces del Pamano y lo recomiendo. No acabo de encontrar Viaje de invierno, en castellano, no entiendo el catalán, y en inglés, temo perderme, si alguien puede ayudarme a encontrarlo en castellano, os lo agradecería
      un saludo
      carmen

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  3. Perdona, Carmen, por la tardanza en contestar. Yo también confieso, se me había pasado tu comentario.
    Creo que "Viaje de invierno" no se ha traducido al castellano, aunque sí al inglés. Son de esas cosas que no termino de entender algunas veces de las editoriales. Espero que no tarden mucho en hacerlo para poder disfrutar del libro. Como tú, yo no hablo catalán y en inglés también me pierdo.
    Encantado de tenerte por aquí.

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  4. Hola Miguel Ángel,

    Soy Cristina Mora, la agente literaria de Jaume Cabré. Viaje de invierno se publicó en castellano (Destino) en junio de 2014, y La sombra del eunuco en noviembre de 2015 en el mismo sello. Este 2016 verá la luz la traducción de Fra Junoy o l'agonia dels sons.

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  5. Hola Miguel Ángel,

    Soy Cristina Mora, la agente literaria de Jaume Cabré. Viaje de invierno se publicó en castellano (Destino) en junio de 2014, y La sombra del eunuco en noviembre de 2015 en el mismo sello. Este 2016 verá la luz la traducción de Fra Junoy o l'agonia dels sons.

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  6. Yo confieso...que hoy empiezo a leerlo!!

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