lunes, 27 de septiembre de 2010

Huelga general

   Un espectro recorre toda Europa: el espectro del neoliberalismo. Junto a ese espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja Europa, Estados Unidos, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la OCDE, los radicales del gran capital y los polizontes del sistema financiero internacional.
   El 29 de septiembre queda ya para la historia como un día de huelga general en el estado español. Otras ha habido y, tal y como van las cosas, mucho me temo que otras habrá. El origen de todo este follón no creo que haga falta recordarlo. La reforma laboral que el gobierno del PSOE ha impuesto a la sociedad es conocida por quien tiene oídos para oír y ojos para ver. Es por eso que no quiero entrar en profundidad a detallar lo que esa reforma supone para el conjunto de las clases trabajadoras. Baste decir que con las medidas aprobadas se abarata de forma escandalosa el despido de los trabajadores y, lo que me parece casi más grave, se desvincula ese despido de causas objetivas, facilitando que el empresario pueda prescindir de los trabajadores de un forma barata y sencilla. Y eso en un país que está sumido en el fango social del desempleo. Si a esas medidas le sumamos el hecho de que la capacidad de negociación colectiva de los trabajadores se ve gravemente comprometida desde el momento en que se permite a las empresas dejar de aplicar un convenio colectivo cuando así, más o menos, lo estimen oportuno, podemos ver que lo que se nos viene encima cuesta trabajo valorarlo en toda su magnitud. Además, la reforma abre las puertas de las administraciones públicas a las empresas de trabajo temporal, faculta al empresario a modificar unilateralmente condiciones de trabajo de sus empleados, etc.
   Pero ya digo que no es mi intención entrar a detallar las medidas que incluye esta reforma laboral. Hace meses que las centrales sindicales y otros agentes sociales vienen llevando a cabo una labor pedagógica para explicar lo que significan estas medidas. A mí, personalmente, me parece que de lo que se trata de es acabar con derechos que históricamente forman parte de las relaciones laborales y que surgieron tras muchas décadas de luchas obreras.
   Hace ya muchos años que estudié Derecho Laboral en la universidad de La Laguna. Recuerdo las clases de principio de curso de esa materia en las que se hacía un repaso a las luchas obreras en el estado español y en el mundo, luchas que dieron lugar a lo que se llamó Derecho del Trabajo o Derecho Laboral. Y recuerdo la explicación de las características de esa rama del Derecho. Entre esas características hacía hincapié el profesor en el carácter tuitivo para el trabajador del Derecho del Trabajo. Porque se partía de la premisa de que en las relaciones laborales quien tenía el sartén por el mango era (y sigue siendo) el empresario. Por ello, esta parte del Derecho venía a equilibrar esa situación ofreciendo, a través de una serie de derechos (que eran) históricos, una suerte de equilibrio en el que el trabajador no se viera tan desprotegido frente al enorme poder del empresario. Y esa era la naturaleza intrínseca del Derecho del Trabajo.
   Bendita naturaleza. Con esta reforma pasa a mejor vida. Ese precario equilibrio queda definitivamente desterrado con esta reforma laboral. Me pregunto si en la universidad, en las primeras clases de Derecho Laboral, se seguirá hablando de ese carácter tuitivo o si, por el contrario, el concepto ha sido eliminado definitivamente de los planes de estudio. Quizá un día de estos me cuele en una clase de principio de curso y lo compruebe.
   Pero, desgraciadamente, creo que la cosa va aún más allá. Como digo, un fantasma recorre Europa: el fantasma del neoliberalismo. Y esta reforma laboral es un paso más que da este fantasma en su estudiado plan de desmantelar pieza a pieza el estado del bienestar europeo. Se está aprovechando esta crisis económica mundial para hacernos mirar hacia Estados Unidos y que asumamos con un discurso catastrofista que es aquel el modelo a copiar, que el estado del bienestar ya no tiene futuro. Hace meses que se oye hablar del sobredimensionamiento de las administraciones públicas, del excesivo peso que el capítulo de personal tiene en los presupuestos de las administraciones y de la necesidad de que la iniciativa privada cobre protagonismo en los servicios públicos. Ante tales discursos algo en mi interior se altera y se pone en guardia. Porque de lo que se está hablando es de desmantelar el sistema de servicios públicos que garantizan hoy en Europa el disfrute de un estado del bienestar que, con sus fallos y lagunas, con sus incapacidades y dificultades, trata de hacer una redistribución de la riqueza en pro del bien común.
   No nos engañemos. El bombardeo de esos discursos esconde la intención real y cierta de desmantelar nuestro sistema de libertades y de servicios públicos. Hablan de nuestros derechos, los que hemos heredado de nuestros padres, los que hemos defendido nosotros, y los que tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos. Y, ante el peligro de perder lo que nos costó siglos de luchas, todo el tejido social europeo tiene la responsabilidad de alzar la voz para gritar que no vamos a dejar que sigan por ese camino, que no estamos dispuestos a permitir que quienes crearon esta crisis (que son, además, los que se han beneficiado de ella) pretendan ahora hacernos pagar los destrozos con nuestros derechos y con nuestros recursos. Repito, es nuestra responsabilidad.
   Por eso creo que el apoyo a la jornada de huelga general convocada ha de ser masivo, porque nos va mucho en ello. Muchísimo. Nos va casi todo. Ahora miramos atrás y vemos lo que hemos avanzado desde lo que nuestros abuelos tenían en cuestión de derechos y bienestar. Nos damos cuenta del inmenso avance que hemos protagonizado. Pero es que se da la paradoja de que existe el peligro real de que nuestros nietos miren atrás y lleguen a la conclusión de que lo que sus abuelos tenían es para ellos ciencia ficción. Por eso, la voz de todo ese tejido social europeo ha de hacerse oír alta y clara el próximo 29 se septiembre, aprovechando que no es sólo una jornada de huelga general en el estado español sino también una jornada de movilizaciones en toda Europa. Y creo que se dan las condiciones objetivas para el nacimiento de un movimiento contestatario global europeo que se traslade allí donde el neoliberalismo da sus golpes. Hoy es en el estado español con esta reforma laboral, pero en Grecia ya van por no sé ya cuántas huelgas generales, en Francia van por cuatro, luego vendrá Alemania, y ya se habla de medidas a adoptar en Inglaterra, en Bélgica, Holanda... Ya no es el espectro del socialismo el que recorre Europa. A ese pobre entre todos lo matamos y él solito se murió. Ahora es el fantasma del neoliberalismo más salvaje el que nos acecha y extiende sus garras para desvirtuar nuestros derechos. Y no podemos permitirlo.
   Esta reforma laboral no puede ser considerada como una agresión aislada. Según mis cuentas, es la tercera. La primera fue el recorte presupuestario del año 2010. La segunda, el recorte salarial a los empleados públicos con el pretexto de subvencionar el déficit público. Ahora es la reforma laboral. Para finales de año ya se habla de la reforma de las pensiones. Luego vendrá la ampliación de la edad de jubilación. Luego, una ley de la Función Pública Canaria que señala a los empleados públicos como los causantes del descalabro de las administraciones públicas de Canarias al grito de en la empresa privada eso no pasa (bendita empresa privada, solución de todos los males). Como si quienes durante décadas han gestionado la cosa pública en estas islas no tuvieran ninguna responsabilidad.
   Al comienzo de la crisis, los estados destinaron ingentes cantidades de dinero (miles de millones de euros) a subvencionar las pérdidas de la banca. Se socializaron las pérdidas, cuando las ganancias siempre fueron privadas en las épocas de vacas gordas. Las condiciones que se pusieron para ello fue, por un lado, introducir mecanismos de control en el sistema financiero internacional para que esta situación no vuelva a repetirse y, por otro, liberar recursos económicos a las pequeñas y medianas empresas con el objetivo de dinamizar la economía. Lo cierto es que a día de hoy el sistema financiero internacional sigue si estar regulado, y las PyMES siguen quejándose de que los bancos nos les prestan dinero. Y ahora viene el gobierno ¿socialista? y nos impone esta reforma laboral para que sean las clases trabajadoras las que paguen los platos rotos. Y nos esperan medidas de austeridad presupuestaria que inciden en el gasto (los recortes presupuestarios anunciados para el estado en general y Canarias en particular son bestiales), pero no en los ingresos. A día de hoy, en el estado español las sociedades de inversión (el gran capital) tributa el 1% de sus ingresos, y las clases trabajadoras lo hacen entre un 18 y un 45%. Para ponerles nombres, digamos que las sociedades de inversión son Inditex, El Corte Inglés, las grandes constructoras (las Koplowitz, Florentino Pérez...), etc. Esos son los que pagan un uno por ciento. Nosotros, las clases trabajadoras, un buen cacho de nuestros ingresos. Y es nuestra la obligación ahora de correr con los gastos.
   Pues yo no estoy dispuesto. Al menos, no sin levantar mi voz el 29 de septiembre y en todas las próximas convocatorias que me temo vendrán en un futuro no muy lejano.
   Sé que hay mucha gente que piensa que con esta huelga no se va a conseguir nada porque la reforma ya está aprobada. Pero también lo estaba la reforma laboral de Aznar y una huelga general la tumbó. Como también estaba aprobada la reforma laboral de Felipe González y una huelga general le obligó a dar marcha atrás. Sé que hay gente que no ve la necesidad de apoyar la huelga del 29 de septiembre, que no termina de estar de acuerdo con ella. Lo fácil es ir ese día a trabajar y engañarse con el discurso de que dada la situación lo que hay que hacer es arrimar el hombro para sacar al país de esta situación. Lo difícil vendrá cuando los hijos, o los nietos de esas personas, miren atrás y les pregunten qué fue de aquello que tú tenías, abuelo, y yo no puedo tener. ¿Qué hiciste tú ese día para defender lo tuyo y lo mío?

¡Proletarios de todos los países, únanse!

1 comentario:

  1. ¡Hola!

    ¡Feliz cumple! Ya veo, siempre en la lucha.

    Pálante compañero.

    Mua.

    Loli Domínguez

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