jueves, 25 de marzo de 2010

Anónimo desvelado

   Los que ya tenemos unos años aún recordamos algunas cosas que aprendimos en el colegio. España estaba dividida en regiones (existía Castilla La Nueva y Castilla La Vieja, fíjate tú); había un bloque de países malos malísimos encabezados por la morada del anticristo asesino de niños que respondía al siniestro nombre de Unión Soviética, y Plutón era un planeta. Entre esas cosas y más, recordamos la pregunta del profesor de lengua:
    -A ver, Fulanito. Autor del Lazarillo de Tormes.
    Y la respuesta debía ser automática: autor anónimo, don Alejo.
    De hecho, creo que fue con el Lazarillo que aprendí el significado de la palabra anónimo, y ya nunca lo olvidé.
    Pues bien, hoy no hay ni regiones, ni uniones soviéticas, Plutón ni siquiera es un planeta y, parece ser, el Lazarillo de Tormes ha dejado de ser anónimo. Por fin tiene padre conocido.
    Una investigadora, Mercedes Agulló, sostiene en su libro A vueltas con el autor del Lazarillo, de reciente publicación por la editorial Calambur, que el autor de la obra inmortal es un tal Diego Hurtado de Mendoza, poeta y diplomático español del siglo XVI.
    Si no se ha leído el libro, hay que hacerlo. Es sorprendentemente divertido. En él su autor, ahora parece que Diego Hurtado de Mendoza, describe las andanzas y aventuras de ese pícaro inmortal de tal forma que un escrito que peina ya canas centenarias es capaz de arrrancar carcajadas modernas del siglo XXI.
    La noticia me ha hecho pensar en su autor, a partir del conocimiento de su obra. El tal Diego Hurtado (nacido en Granada, para más señas) debió de ser un tipo cachondísimo. Y encima era diplomático. Me lo imagino en las reuniones y comidas de trabajo, con un puro en una mano y una copa de coñac en la otra (o lo que quiera que se fumara y bebiera en aquellos días), repochado en su asiento, contando los últimos chistes que circulaban sobre Carlos V y su corte imperial. La alegría de la huerta, vamos. Luego, en casa, imaginaba un personaje pícaro y gamberro capaz de hacer saltar a su amo ciego directamente a una pared de piedra para que se rompiera la cabeza.
    En definitiva, un mito más que se nos cae. Una certidumbre se tambalea. Cada día queda más claro y patente que cimientos sólidos y estables sostienen muy pocas cosas.
ElCultural.es contaba así la noticia.

No hay comentarios:

Publicar un comentario