martes, 14 de agosto de 2012

Por fin, un político ladrón




     Dice el conocido dicho que cuando uno señala a la Luna, el tonto mira al dedo. Siempre que alguien se esfuerza en poner ejemplos para exponer un argumento o plantear una denuncia aparece, invariablemente, quien se queda en ellos para retorcer el debate y hacer como que el viento sopla a su favor. Aunque sea un huracán y le pille de cara metiéndole cisquitos en los ojos. Es cuestión de inteligencia, que no hay por qué presuponerla en todo responsable político hijo de vecino.
     Es un ladrón. Eso tiene un nombre, y es robar. Que caiga sobre él todo el peso de la ley. El debate abierto a raíz de la acción llevada a cabo por el diputado andaluz y alcalde de Marinaleda, de Izquierda Unida, y el Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) sigue acalorado varios días después del asalto a dos supermercados. Juan Manuel Sánchez Gordillo (el diputado alcalde) y militantes del SAT se llevaron por el morro, bajo la luz de los flashes de los medios de comunicación, varios carros de alimentos no perecederos para cargarlos en sus vehículos y repartirlos después entre los más necesitados. Entre los pobres. Al más puro estilo robinjudiano. Robar a los ricos para repartir entre los pobres. Moderno salteador de caminos que no tiene un bosque de Sherwood en el que esconderse, aunque sí una encina bajo la que cobijarse. Y ahora que apechuguen los ladrones (o hurtadores, que habrá que ver si fue robo o hurto, galgo o podenco) con las consecuencias. ¡Que viva Gordillo, valedor de los sin nada! ¡Que le cooorten la cabeza!
     Desde entonces, digo, el debate está que no para. La primera gran discusión discurrió sobre si lo que hicieron estos activistas con Gordillo a la cabeza fue o no un robo. O sea, qué bonito ese dedo con el que señalas. Y qué lindo tu anillo, oyes. Y una vez aclarado este punto (robo fue), estos días estamos en las peticiones a la justicia para que se apresure a encerrar a los malandrines en lo más profundo del calabozo de la torre. Carlos Floriano, reluciente y sonriente vicesecretario de organización y electoral del Partido Popular, no duda en afirmar que Gordillo está haciendo un flaco favor a las familias y a la solidaridad. Ojo, y a la solidaridad. Tiene guasa, la cosa. Y pide que se le aplique la ley al igual que a todos los que agredieron a los trabajadores del supermercado o participaron en el robo con el mismo rigor que se aplicaría a cualquier ciudadano, pues el cumplimiento de la ley es exigible a todo el mundo en un estado de derecho.
     Y una magdalena.
     País de tontos, por Dios. Que haya que pedirlo, coño, clama al cielo. Sigamos la dirección que señala el dedo de Gordillo y sus camaradas. A ver si somos capaces de ver qué nos quisieron decir con su acción. Salgamos a la calle cuando cae la noche en las grandes ciudades españolas y tomemos conciencia de la enorme cantidad de personas que se ven abocadas a rebuscar en las basuras algo para comer. Que está pasando. Que sí, joder, que está pasando. Todos los días. Los comedores sociales no dan abasto con la gente que hace cola a la hora de la cena. Cáritas está desbordada y los datos que aporta en sus informes sobre la pobreza en España son devastadores, mientras los servicios sociales de las administraciones públicas reciben cada vez menos financiación para sus programas de ayuda y reinserción social por mor de los ajustes presupuestarios y la lucha contra el déficit generado, entre otras causas, por la billetada pública que se ha llevado de rositas y por la jeta la banca.
     La distancia entre ricos y pobres, desde el año 2008 se ha disparado en este país. Las desigualdades sociales se agudizan. Las grandes corporaciones de especulación financiera vieron la oportunidad de provocar una crisis económica en la que pescar a río revuelto y vaya si están pescando mientras les importa una higa el rastro de miseria que van dejando atrás. Casi seis millones de parados en este país. Más de 1.700.000 familias que no tienen ningún tipo de ingresos. A una media de tres personas por familia, sólo tres, pongamos, nos arroja un resultado de 5.100.000 personas que sobreviven no se sabe con qué. Con esas ocultas y soterradas redes de solidaridad familiar y social que se activan en situaciones como las actuales. Y rebuscando en los contenedores de basura que se empiezan a sellar con candados para que la gente no acceda a alimentos en mal estado, nos dicen.
     Esa insoportable injusticia social, a la que nos han arrastrado las políticas neoliberales que gobiernos como el de Mariano Rajoy y su Partido Popular en España se empeñan en sostener, es la Luna que los militantes del SAT nos señalaron con su dedo cuando entraron en los supermercados andaluces y cargaron hasta arriba los carros de comida que sacaron por la puerta sin pasar por caja. Don Carlos Floriano, puede usted desgañitarse pidiendo la aplicación de la ley a los autores de la denuncia social, y hasta puede que no le falte razón. Ya me gustaría verlo igual de vehemente a la hora de arremeter contra las tramas de corrupción y latrocinio de sus compañeros de partido que han metido la mano en la caja pública hasta el sobaco. Porque el cumplimiento de la ley es exigible a todo el mundo en un estado de derecho (permítame que utilice sus mismas palabras). Pero, por encima de cualquier otra consideración, sea usted capaz, seamos todos capaces, de ver la gravísima realidad social que Juan Manuel Sánchez Gordillo y sus compañeros del SAT denunciaron con su iniciativa. ¿Que fue un robo? ¿Y qué, joder? Pues robo entonces. Por fin, un político ladrón.

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