jueves, 2 de febrero de 2012

Buscando el camino de vuelta


¿Cómo hacer para reencontrarnos?

     Fue Charles Darwin el primero en darse cuenta de que la selección natural es el catalizador que, en su ambiente natural, pone en marcha el mecanismo de la evolución de las especies. Y ése es su gran mérito. No fue el primero en hablar de la evolución como el procedimiento por el que las especies se van diversificando y adaptando al medio. De eso ya se hablaba cuando él viajaba a bordo del HMS Beagle antes de recalar en las costas de las Galápagos. El naturalista inglés simplemente (lo que no es poco) teorizó sobre la forma en que esa evolución se produce, lo que la hace avanzar.
     Aplicadas esas teorías a nuestra propia evolución, la paleoantropología y el estudio de la evolución humana han dado algunas respuestas a las eternas inquietudes que nos hacen preguntarnos quiénes somos y por qué somos como somos. Y no lo hacen porque esas ramas científicas busquen satisfacer necesidades filosóficas y existenciales que nos ayuden a encontrar nuestra paz interior. Ni esas respuestas se nos presentan como absolutas y definitivas, como dogmas científicos. Unas ideas se cruzan con otras y van encontrando acomodo entre ellas, cada una desde su propia fuente, en una suerte de puzle interdisciplinar. El filósofo se pregunta qué nos hace humanos porque intelectualmente necesita encontrar la respuesta, y la busca a la luz de la relaciones humanas en las sociedades que hemos ido construyendo a lo largo de la historia. Por su parte, el paleoantropólogo tiene un objetivo definido, ansía encontrar el origen de nuestra especie, encajar los eslabones aún ocultos y dar una explicación a cómo se ha ido desarrollando en el transcurso de millones de años. Y su búsqueda le lleva a dar con aquellas respuestas.
     La idea de que es el lenguaje lo que nos hace humanos está descartada. Se ha demostrado que otros simios, y otras especies más alejadas del homo sapiens, utilizan este instrumento en sus relaciones, bien es verdad que no de la misma forma que nosotros. Pero no somos los únicos. Fabricar herramientas tampoco. Chimpancés y gorilas lo hacen. ¿Y la conciencia del yo? También los chimpancés, y los delfines, entre otros, se reconocen ante un espejo. Tampoco somos los únicos en eso. ¿En nuestro genoma está la respuesta? Quizá. Pero nuestros genes no se diferencian casi nada de los del chimpancé. Es más, la distancia entre la estructura genética humana y la de la mosca no es tan grande como cabría pensar. ¿Dónde, entonces? ¿El qué?
     Nuevas teorías parecen apuntar a la idea roussoniana de que el hombre nace bueno por naturaleza y es la sociedad la que lo malcría. Según estas hipótesis, el espíritu de cooperación y solidaridad entre los miembros de la comunidad favoreció el desarrollo de nuestra especie, así como su éxito y expansión por todo el planeta. Sin la ayuda mutua en un mundo de condiciones extremas, difícilmente habríamos podido llegar a ser lo que hoy somos. Nacemos, pues, buenos por naturaleza, sin pecado original. El crecimiento y desarrollo de las comunidades ancestrales hizo que, para poder convivir en un mundo de relaciones familiares y sociales cada vez más complejas, en nuestro cerebro se activaran determinadas potencialidades latentes que nos convirtieron en lo que hoy somos.
     Pero tan complicada e imprevisible es la naturaleza humana que en algún momento de nuestra historia le dimos la vuelta a la tortilla, y me pregunto cómo coño lo hicimos tan mal, cómo nos hemos metido en este jardín. Desde aquella ausencia de pecado original hemos terminado por caer en el más original de todos y, sin saber de qué forma, hemos construido, sobretodo en occidente, unas sociedades que priman lo individual frente a lo colectivo, la ambición personal frente a la cooperación social. Conseguimos cuadrar el círculo y retorcimos la máxima de Rousseau. Así, el ser humano, que nació gregario, cooperante y solidario, ha creado una sociedad que lo malcría y lo enferma de egoísmo e insolidaridad. O quizá sí sabemos cómo lo hicimos, pero preferimos hacer la vista gorda porque nos da miedo mirarnos en el espejo y descubrir a Dorian Gray sonriendo complacido. La duda estriba en si algún día sabremos encontrar el camino para rehumanizarnos o si, irremediablemente, es ya demasiado tarde y se nos pasó la hora del embarque para ese viaje. ¿Seguimos evolucionando o hemos hecho de nosotros mismos la única especie en el planeta que contraevoluciona?
En palabras de José Saramago, “nuestra labor consiste en conseguir volvernos más humanos” y “lo humano es lo que hay que preservar y defender en todas las circunstancias: el capitalismo ya sabemos que no lo hará”.

9 comentarios:

  1. Pues a lo mejor es que no era Rousseau, sino Hobbes quién acertó en su juicio inicial sobre el hombre: en estado de naturaleza el hombre es de un individualismo feroz, su prioridad es satisfacer sus impulsos egoístas y eso lo convierte en depredador de su especie. Pero es también inteligente y comprende sus limitaciones frente a otras especies y la necesidad de cooperar para sobrevivir. Así que no es altruista y solidario por naturaleza. Pacta (y en el esquema absolutista de Hobbes, delega en un individuo toda la autoridad) a cambio de obtener seguridad y posibilidades de subsistir. Y nace el estado.
    Por eso lo olvidamos con facilidad, porque convirtiéndonos en depredadores no negamos nuestra naturaleza: volvemos a ella. Es el motivo por el cual no deberíamos bajar la guardia.

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  2. Pues entonces, mejor cierra y échate a correr. ¿Perdemos las esperanzas?
    Prefiero quedarme con el dato que han señalado recientemente algunos paleoantropólogos: los protoshumanos y los primeros humanos dieron muestras de desarrollarse en el empatía y, gracias a ella, y a la solidaridad que de ella emana, medramos en un mundo hostil. Pero luego, con el tiempo, hemos terminado por cagarla y darle toda la razón a Hobbes.

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  3. Platón, en su "República" va explicando qué cosas son necesarias para asegurar la convivencia entre las personas.... y de forma necesaria acaba llegando al ejército.... y eso que no lo contempla entre las primeras opciones.
    Plauto dijo: homo homini lupus

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  4. Pues sí que lo tenemos complicado, entonces, si hace veinticinco siglos (casi veintiséis, ya, parece mentira) la cosa ya estaba jodida. Va a ser verdad que perdimos el vuelo...

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  5. Is there anybody out there? ¿Algún optimista?

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  6. ¿Buenos? ¿Malos? ¿Es la vida una película de Walt Disney?
    Unos son como son porque así los parieron, otros por lo que comieron, los terceros porque se cayeron de la azotea. Y los buenos de ayer parecerán malos mañana.
    Cada grupo se asocia por unas razones. Tan loables las de unos como las del vecino. Y así vamos tirando.

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  7. Gracias, amigo "anónimo". Vamos mejorando. Ya tenemos la opinión relativista de un optimista relativo. Depende. Unos sí y otros no, según la leche que cada cual ha mamado.
    ¿Habrá por ahí suelto un optimista puro?

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  8. Por encima de la colectividad está el instinto de supervivencia. ¿Triste? Según se mire.
    Siempre habrá fuerzas en la naturaleza del cosmos como la gravedad. La gravedad puede ser buena o mala (relativismo en su sentido más existencial y no tanto físico). Buena porque nos mantiene a los seres vivos sobre la tierra, buena porque equilibra las fuerzas gravitarorias de otros cuerpos celestes y evitan que colisionemos; pero al mismo tiempo atraen al asteroide, que dudo sea kamikaze, a precipitarse contra si mismos.
    El paralelismo puede resultar enrevesado. A lo que me refiero es que aunque intentes evitar una catástrofe (algo malo), hay fuerzas superiores que así están organizadas desde que se conoce el Universo.
    Anhelamos el bien, pero estamos influenciados por elementos ajenos a nosotros que no podemos dominar. No somos tan inteligentes ni podemos abarcar tanto. Simplemente sobrevivimos y para ello nos adaptamos (Darwinismo). El mal puede venir por el desarrollo y la evolución o por la misma condición humana, si no, ¿cómo se explicaría el desarrollo humano? ¿Por ciencia infusa? ¿Por elección divina? Puede que fuéramos los más "malvados" de entre los seres vivos y por eso evolucionamos.
    No hay pesimismo ni optimismo en mis palabras, tampoco relativismo. El ser humano es una máquina de la naturaleza con ánimo de supervivencia y para ello nos asociamos y del mismo modo nos separamos, a conciencia o instintivamente, de aquellos y aquello que nos rodea. ¿Egoísmo? ¿Química? ¿Física?

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  9. Reconozco la parte de razón de tu comentario, amigo anónimo. Pero hay algo en él con lo que no termino de estar de acuerdo. Cierto es que esas fuerzas naturales de las que hablas rigen los procesos (también) naturales, y como tales les doy el valor que tienen. Pero también creo que la Humanidad hace mucho tiempo que dejó de estar sometida a esas fuerzas naturales desde el momento en que el ser humano ha dejado de vivir en el planeta sometido a ellas. En algún momento de la Historia cruzamos una línea imaginaria a partir de la cual somos capaces de cambiar la naturaleza para adaptarla a nuestros intereses y comodidad. Ya no actuamos de una forma u otra en función de las exigencias naturales. Si esas exigencias nos limitan de algún modo somos capaces de obviarlas por medio de nuestro intelecto y nuestra tecnología. No digo que eso sea malo a priori. El sentido de mi texto va por ahí. Ya no somos naturales. Sobretodo en las sociedades accidentales, el ser humano ha sido capaz de retorcer su naturaleza y perder parte de aquello que nos hizo humanos. Las primeras comunidades que desde África se fueron extendiendo por el resto del planeta debieron ser solidarias y colaboradoras para poder medrar en aquel medio ambiente tan hostil, de lo contrario quizá nunca habríamos llegado a hacer lo que hicimos. Hoy día, en cambio, descubro que esa solidaridad y cooperación no tienen la importancia de entonces, no rigen nuestro destino (si queremos decirlo así) como lo hicieron hace cincuenta mil años. Aquello, pues, que nos hizo medrar, hoy nos sume en la construcción de un mundo injusto lo miremos por donde lo miremos. Ese proceso ha dejado de ser natural. La moraleja de mi texto, si es que tiene alguna, es que deberíamos ser capaces de encontrarnos a nosotros mismos de nuevo para reconstruir sobre lo construido, para volver a ser. Seguir por el camino que hemos trazado creo que no conduce a buen puerto. La prueba la encuentro en el capitalismo salvaje que nos ha sumido en esta crisis actual en la que no son las clases que han provocado esta situación las que pagan las consecuencias. Mientras tanto, los verdaderos culpables se atiborran de más y más dinero, acumulan ingentes beneficios. Todo ello sin entrar en lo que le estamos haciendo al medio ambiente con nuestro desarrollo claramente insostenible. Si, además, entráramos por ahí, la cosa daría para mucho más y creo que llegaríamos a la misma conclusión: lo que hacemos no es natural.
    En cualquier caso, encantado de recibirte en el blog y muchísimas gracias por el comentario.

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